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Mirada Pensante, del neoyorquino Tony Oursler, en Granada

La exposición Mirada pensante del videoartista neoyorquino Tony Oursler se inaugura el viernes 19 de diciembre en el Instituto de América de Santa Fe (Granada). La imagen como grito, el cine, la televisión y los videojuegos inspiran al artista en esta muestra, una coproducción del Gobierno de Canarias y la Junta de Andalucía que cuenta con la colaboración de tres prestigiosas instituciones: la Galería Soledad Lorenzo, de Madrid, la Lehmann Maupin Gallery, de Nueva York, y la Bernier-Eliades Gallery, de Atenas. Asimismo, cuenta con el apoyo de importantes colecciones privadas y públicas de España.

Se trata de una exposición escultórico-videográfica, comisariada por Omar Pascual, en la que el creador reflexiona sobre la percepción humana con elementos que toman como punto de partida algunas películas clásicas de terror. El artista exhibe en la sala 43 esculturas videográficas de las que un 90% son inéditas, además de dos vídeos de los años 80, una treintena de dibujos y dos fotografías, realizados entre 2001 y 2005, de los cuales sólo se han exhibido anteriormente cuatro. Gran parte de la exposición reúne audiovisuales y videoinstalaciones.

Con Mirada Pensante Tony Oursler hace interactuar la “realidad ficticia, teatralizada, que ocurre dentro del fenómeno narrativo videográfico”, según describe el artista, con aquellos fenómenos artísticos contemporáneos que rompen o alteran los límites tradicionales de los géneros y los medios académicos, para crear un estado de desorden “donde la ilación de lo observado está dada por la ‘mentalidad zapping’ de este tiempo de veloz existencia”, explica el comisario de la exposición Omar-Pascual Castillo.

La estética de Mirada Pensante

“Una estética donde el caos es reordenado única y exclusivamente por la velocidad de la mirada. De ahí que nuestro pensamiento esté sujeto en un setenta por ciento a lo que vemos”. Así termina de trazar las claves de Mirada pensante el comisario de este proyecto.

Mirada pensante es la primera exposición individual del artista en salas y espacios públicos en el sur de España. Tony Oursler presenta este trabajo atendiendo a tres directrices. La primera, esta muestra en El Tanque, en Santa Cruz de Tenerife, con la que se dio comienzo a un proyecto de itinerancia por cuatro espacios artísticos de Canarias y Andalucía. En este estadio el proyecto se centra en la creación más “expansiva”, que fusiona el videoarte con objetos escultóricos para “dramatizarlos en un desdoblamiento del objeto como tal y obligarlos a convertirlos en personajes de una puesta en escena”.

El proyecto continuará con las otras partes de la muestra, donde Oursler integrará obras sobre papel (dibujos y collages) que se sumarán a esta propuesta artística, que ya ha visitado el Centro de Arte La Regenta en Las Palmas de Gran Canaria y el Centro de Arte Juan Ismael, en Fuerteventura.

En un tiempo donde “lo televiso y lo cinematográfico” como vorágine de imágenes en un movimiento frenético nos inundan diariamente, son el caudal de información visual más apremiante de nuestra realidad; un artista como el norteamericano Tony Oursler ha hecho interactuar la “realidad ficticia, teatralizada que ocurre dentro del fenómeno narrativo videográfico”, con aquellos fenómenos artísticos contemporáneos que rompen o alteran los límites tradicionales de los géneros y los medios académicos o escolásticos del campus artístico, para crear un estado de desorden donde la ilación de lo observado está dada por la “mentalidad de zapping” de este democrático, permisivo, y promiscuo tiempo de veloz existencia, una estética donde el caos es reordenado única y exclusivamente por la velocidad de la mirada. De ahí que nuestro pensamiento esté sujeto en un 70% a lo que vemos.

Omar-Pascual Castillo dice que Tony Oursler retrata “la imagen como espejo. Como grito. Algo que surge de nuestro interior más profundo y que extrañamente se proyecta en un fantástico escenario de luces y sombras”. Aunque la obra de Oursler se identifica ante todo con el vídeo y las instalaciones, se trata de un creador polifacético, que considera la tecnología un medio y nunca un fin. Su interés por la imagen del cine y la televisión ha estado siempre unido a su preocupación por el lenguaje y las diversas formas de expresión plástica. Dibujante y pintor precoz, en un dibujo de 1970 que representa a un diablo con la frase «I’ll get you» («Te cogeré») parece ya anticipar buena parte del sentido de su obra.

Esta discurre como una representación ensimismada de la oposición entre el bien y el mal, el ángel y el diablo, la luz y la oscuridad. «Odio lo oscuro. Amo la luz.», titula Tony Oursler un texto escrito para el catálogo de su actual exposición retrospectiva en EE. UU. Un largo registro en el que se establecen sus referentes plásticos y conceptuales: desde la sabiduría china o irania y los mitos egipcios o la filosofía griega, hasta el despliegue de la ciencia y la tecnología modernas.

Los maniquíes o muñecos, solitarios o desdoblados, meros moldes de ropa o jirones de cuerpo: sobre todo cabezas, hablan y hablan, sin que su perorata alcance nunca el plano específicamente humano del diálogo. O piden auxilio, desde su tortura en los objetos que los aprisionan y dominan, en el mejor registro de las pesadillas de ansiedad. Imprecación: insulto y grito. Esas voces supuestamente tan lejanas, acaban convirtiéndose en un lamento que nos lleva más allá de lo que somos capaces de soportar. No lo bello: lo siniestro como comienzo de lo terrible. Nunca resultan distantes. Oursler despierta en nosotros, con humor e ironía, un sentimiento de ternura, de identificación. No son otra cosa que espejos, una vía para realizar al fin un deseo largamente reprimido: «Siempre he deseado», dice Tony Oursler, «poder gritar cuando quisiera; la idea siempre me ha fascinado pero nunca he podido hacerlo».

Tomar una parte por el todo: el cuerpo reducido a un fragmento, disgregado, sometido a todo tipo de restricciones externas. Ojos flotantes, esferas de la visión. Cabezas parlantes, como las que vemos todos los días en la tele, políticos o «famosos». Rostros despersonalizados en cojines, almohadones o ropa hueca, siempre sobre soportes frágiles y blandos. Esas metonimias visuales del cuerpo roto nos muestran mi cuerpo, nuestro cuerpo, en el espejo del otro.

Son, ante todo, efectos «especiales», como los que habitualmente encontramos en el cine. Sobre todo, en el cine de «consumo», de bajo presupuesto. Con ellos, Tony Oursler construye un sofisticado teatro de sombras, un contraste entre la ilusión y la verdad, que sustenta el sentido de toda representación, como sabemos ya desde Platón.

El ojo flotante, disperso, que pretende no perder ni un detalle de lo que pasa a su alrededor, es sin embargo incapaz de ver otra cosa que aquello que se escenifica ante él, para él. Por eso, en un efecto de rebote de la visión, no mira hacia fuera, sino hacia dentro. La tendencia enfermiza a mirar, a mirarlo todo, acaba convirtiéndose en psicodrama. Los jirones corporales de Tony Oursler nos remiten a la fragmentación compulsiva de la mente, a los trastornos de personalidad múltiple en mayor o menor medida inducidos por los medios audiovisuales, y que se han convertido en una de las obsesiones de la cultura norteamericana actual.

Sobre Tony Oursler

Tony Oursler (Nueva York, 1957) se formó en el California Institute of Arts, donde conoce a John Baldesari y comparte estudio con Mike Kelley, con quien funda el grupo Poetic, desde donde comenzó a trabajar  la fusión del videoarte con los más diversos medios artísticos contemporáneos. Sus obras se hallan en importantes colecciones públicas y privadas en Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y España, entre otros países. Sus propuestas han sido exhibidas en las bienales de Florencia, Venecia, Estambul y Whitney, así como en otras citas de prestigio como la Documenta de Kassel e InSite Santa Fe. También ha llevado su producción artística a salas de museos como el Pompidou de París o el MOMA de Nueva York.