La Casa del Príncipe

Andrés Merino

Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés, autor de la “Historia general y natural de las Indias”, es considerado como el primer gran cronista americano. Pero sin duda otra de sus grandes obras tiene un peso historiográfico perfectamente comparable. Nos referimos al “Libro de la Cámara Real del Príncipe Don Juan”, reeditado recientemente por la Universidad de Valencia en un cuidado volumen que incluye un extenso estudio introductorio de Santiago Fabregat. Tres son las claves de la importancia de su publicación. Por un lado, la última edición del manuscrito que vio la luz es de 1870. En segundo lugar, aparece con un notable esfuerzo de fidelidad filológica. Por último, se atiene con detalle a las dos variantes que se conservaban del propio autor, identificando cómo Fernández de Oviedo revisó y aumentó su propia obra.

El Libro de la Cámara Real fue escrito en 1548, al principio con la idea de proporcionar a la naciente Corte del futuro Felipe II información detallada sobre cómo había sido organizada la del último gran Príncipe de Asturias, el único hijo varón de los Reyes Católicos. El cronista ocupó dos puestos de mozo de cámara del Príncipe Don Juan, por lo que pudo conocer con detalle la estructura y funciones del extenso servicio cotidiano en palacio. Cuando el 4 de octubre de 1497 el heredero falleció y su Casa fue desmantelada, inició una carrera política y militar que le llevaría primero a Nápoles y luego a América. Aunque en 1535 ya recibió un primer encargo de proporcionar datos para la educación y “formación del personal” que rodeaba al hijo de Carlos V, no sería hasta casi doce años después, tras uno de sus regresos a la península, cuando daría forma casi definitiva al memorial de oficios redactó el tratado que presentó… con demasiado retraso. Nos referimos a retraso para su aplicación, porque el 14 de agosto de 1548 el Príncipe de Asturias Don Felipe había comenzado a ser servido según el ceremonial borgoñón, impuesto por su padre el Emperador a través de las llamadas Instrucciones de Palamós. La utilidad del Libro pasó a ser entonces complementaria, como un extenso prontuario sobre el ceremonial castellano, pero pronto constituyó un fabuloso tesoro historiográfico sobre protocolo cortesano.

Fabregat estudia con detalle la estructura interna del tratado. Nos avisa con pruebas de la dificultad de sistematizar el contenido de un texto escrito por adiciones. De hecho, las últimas no se dedicaron ya a Don Felipe, pues la Corona ya se había decantado por nuevas normas a las que hemos hecho referencia. Pero si expone con claridad grandes grupos temáticos que pueden ser diferenciados en un acercamiento científico al manuscrito. Por un lado, Fernández de Oviedo enuncia y explica los cargos y oficios palatinos existentes en la Corte de Almazán. Por otro, explica aquellos que, también procedentes de usos y costumbres castellanas, no llegaron a implantarse por la prematura muerte del Príncipe de Asturias. También haya diferencias en aquellas funciones en las dependencias propias de palacio, y otros oficios “de puertas afuera”. El resultado del estudio introductorio y el texto es un conjunto armonioso y atractivo que resulta imprescindible para entender la evolución del ceremonial cortesano en la España Moderna. La Universidad de Valencia acierta plenamente al apostar por este tipo de publicaciones.

“Libro de la Cámara Real del Príncipe Don Juan, oficios de su Casa y servicio ordinario”

Gonzalo Fernández de Oviedo (ed. Santiago Fabregat Barrios)

Valencia, Publicaciones de la Universidad de Valencia, 212 pág.

ISBN: 978-84-370-6602-8

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