El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía abrió el programa Producciones con la instalación “La Torre”, obra inédita de Leandro Erlich ubicada en el patio de la ampliación de Jean Nouvel hasta el 23 de febrero de 2009.

Leandro Erlich inaugura este programa que invita a artistas a realizar obras específicas, alterando la forma tradicional de instalación, en el entorno del museo. Manuel Borja-Villel, director del museo; Amelia Aranguren, coordinadora del proyecto; y Leandro Erlich presentaron esta pieza-instalación que supone un nuevo espacio de interacción fuera de las convencionales salas de exposiciones.

Leandro Erlich (Buenos Aires, 1973) es uno de los artistas más importantes de su generación. Sus obras forman parte de las colecciones del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, The Museum of Fine Arts de Houston, la Tate Modern de Londres, el Musee d’Art moderne de Paris, el 21st Century Museum of Contemporary Art de Kanazawa, Japón, el MACRO de Roma o el Israel Museum de Jerusalem, entre otros.

“La Torre” constituye una excepción en las instalaciones realizadas en los últimos 15 años por Erlich: por su naturaleza y envergadura y en segundo lugar, porque supone un resumen de los aspectos más importantes de su obra: el juego de espejos. La torre de once metros producida simula un edificio de apartamentos que funciona como un gran periscopio.

Un complejo juego de perspectivas generado por los espejos invitan al público a jugar y desafiar la ley de la gravedad. La no separación entre obra de arte y espectador tiene su orígenes en Pistoletto y Dan Gram; como ellos, Erlich, tiene algo de teatral y antimodernista, como calificó Borja Villel.

Para Erlich ”La interacción producida hace que la obra sea constructora en la capacidad de registrar y mirar al otro”. La confusión entre espectador y objeto alteran nuestra percepción de la realidad, así “la experiencia y la realidad es una construcción como lo es el arte”.

Los espectadores situados en la parte baja pueden ver lo que está pasando en la parte superior y viceversa. Aquellos situados en el interior de la instalación de la instalación parecen quedar suspendidos en el aire y flotando a los ojos de los espectadores que miran desde fuera de las ventanas. Por medio de esta estrategia Erlich destaca la capacidad del arte para modificar la realidad.

Cuestionar la realidad y la posibilidad de transformarla es el punto de partida del artista en esta instalación. “La obra ronda los espacios cotidianos y la experiencia”, dijo Erlich y prosiguió: “Hay una idea muy literaria detrás de la obra,  de construcción de la experiencia gracias al espectador que representa una acción que se escribe en este escenario”.

Los escenarios creados por Erlich destacan por su cotidianeidad ya que “la arquitectura no funciona si no es en su sentido emocional o vivencial para transmitir cierta reflexión sobre nuestra propia existencia”. Su intención es la de construir obras que funcionen como escenografías. Borja-Villel destacó la sutilidad de estas arquitecturas que huyen de lo impositivo y se acercan más al diálogo y a la ironía con lo ya existente.

“Me interesa los espacios mínimos, quizás hasta lo periférico. El público se sorprende al encontrar algo sin voluntad” añadió Erlich. La acción de descubrir y adentrarse en nuevas ficciones actúan como un juego para el público, que construye su historia a medida que avanza el juego.

Un recorrido por la obra de Erlich nos muestra a un artista que busca cuestionar la construcción de la realidad cotidiana y la posibilidad de transformarla mediante efectos de simulación, estrategias ópticas y escenográficas. La sorpresa es otra de las constantes en sus creaciones. La obra “Carrousel” de 2008, convierte un tiovivo en un apartamento con sus diferentes estancias: salón, cocina, cuarto de baño y comedor. La constante rotación del tiovivo sume al espectador en la monotonía de sus vidas y en todos esos hábitos que se repiten sin fin.

“Le Cabinet du Psychanalyste” (2005) Erlich abordó cuestiones de índole psicológica. A través de un vidrio que divide el espacio en dos, la imagen del público se refleja en la consulta de un psicoanalista, replanteando una vez más qué somos, si sujetos reales o el reflejo de nosotros mismos definidos por la percepción de los demás. En ella, el lenguaje simbólico del psicoanálisis se vuelve literal. Conceptos como el sujeto o la proyección se hacen reales.

Una de sus instalaciones más célebres, “La Pileta” (1999), consiste en una piscina que en realidad no contiene agua en su interior, sino que está vacía. Una capa de acrílico recubierta de agua en su superficie da la sensación, a ojos de los que se asoman a ella, de tener sumergido en el fondo al público que accede por uno de los costados. El hecho de que algo extraordinario pueda suceder de manera tan simple, tanto técnica como conceptualmente, y que el espectador sea capaz de desvelar el truco y aplicar este entendimiento a todo lo que le rodea, es sin duda uno de los propósitos del artista en todos sus proyectos.

Sus instalaciones se han podido ver, entre otros lugares, en la Bienal de Estambul (2001), en el Museo del Barrio de Nueva York (2001), en la Bienal de Venecia (2001 y 2005), en el Centro de Arte Santa Mónica, Barcelona (2003), en el MACRO Museo d’Arte Contemporanea Roma (2006), en la exposición Nôtre Histoire, Palais de Tokio, París (2006) y recientemente en la Bienal de Liverpool y en el PS1 de Nueva York. (Hasta el 23 de Febrero)

Beatriz García Moreno

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