Palabras secuestradas

Por Andrés Merino

Que todo conflicto armado es una catástrofe en todos los ámbitos nos hace olvidar con frecuencia que es también una tragedia para la palabra, la primera víctima de la manipulación. La mayoría de las declaraciones de guerra contienen contradicciones palmarias y describen hechos con mentiras de corto recorrido. Así sucedió en la primera Guerra Mundial, un periodo triste también para el lenguaje, “arrancado al arte”, en acertada expresión de Adan Kovacsics, para su uso bélico e instrumental. El ensayista y traductor chileno, que vivió en Austria entre 1967 y 1980, ha descrito ese proceso deshumanizador en “Guerra y lenguaje”, publicado en España por Acantilado.

El autor ha escogido como muestra el denominado Grupo Literario del Archivo de Guerra de Viena, que funcionó entre 1914 y 1918 con el encargo de redactar, a partir de informes militares llegados desde el frente, artículos periodísticos, libros y otras publicaciones con fines de propaganda, para reforzar la moral de tropas y población. En su creación, al departamento fueron destinados seis decenas de profesionales. Al final de la contienda trabajaban casi novecientas. El propio poeta Rilke, que no dudó en abandonar idealismos nacionalistas para buscar el realismo de las influencias de la aristocracia y librarse de combatir en el frente, trabajó a pocos metros de aquellas dependencias y se mostró incapaz de redactar los manipulados textos que se distribuyeron incesantemente.

Kovacsics ha escrito un libro denso y difícil, lleno de conceptos y reflexiones inacabadas que conforman un paisaje apasionante, pero en el que no faltan brumas intelectuales e ideológicas que a veces impiden disfrutarlo con claridad. Nos propone buenas comparaciones y no deja de poner en relación curiosas paradojas, como ese “war” (el término que define guerra en inglés) que pasó a ser “ware” (mercancía, en alemán). Es el lenguaje que se utiliza como género al peso, con fines oscuros. No deja de subrayar, desde la idea de que “una guerra es, además de sus actos y sufrimientos, un torrente de palabras”, la importancia de la manipulación de la culpa mediante el habla. Al describir los efectos de aquel Grupo Literario razona de forma sólida el secreto de su éxito: la culpa no visible pero bien presente, en los habitantes de las ciudades lejanas al frente, por no acompañar a sus soldados, por no sufrir con ellos asedios o batallas. Una culpa a la que se superponía la obligación de no estar desinformado, como medio casero de salvar la distancia de lo que sucedía en las trincheras…

“Guerra y lenguaje” es también un estudio de psicología del lenguaje. En muchos de sus aspectos resulta un ensayo intemporal, pues aunque se centre en literatos como Heine o Walter Benjamin, pedagogos como Krauss y poetas como Rilke, no deja de apuntar atractivas líneas de reflexión sobre la posición del hombre ante su capacidad de comunicación verbal. Las luces de alarma ya se encendieron con Lord Chandos y su “de repente, la casa del lenguaje se volvió inhabitable”. Incluso la poesía fonética del dadaísmo revela una antropología agónica. No en vano Hugo Ball, uno de los fundadores del movimiento, afirmaba que el periodismo había corrompido la lengua. Incluso hubo quien consideró el lenguaje como una maldición. Pero sin remontarnos al nominalismo medieval de Guillermo de Ockham, no es difícil constatar que el luto por el lenguaje comenzó el día que al hombre se le olvidó que nombrar algo es una manera de conocer, apreciar, amar y responder al universo mundo, y también una forma de vivir el propio ser del hombre. Por eso es especialmente sonora una frase aportada por el autor, que nos hace pensar que el mal es también un silencio que niega el lenguaje y la comunicación: “Stalin, autoritario…un cortejo de batas blancas que, hasta el último instante, no se atrevieron a decirle que estaba muerto”.

“Guerra y lenguaje”
Adan Kovacsics Mezsarós

Barcelona, Acantilado, 160 pág.

ISBN: 978-84-96834-27-9

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