Egregia bibliofilia

Por Andrés Merino

¿Se imagina a la Reina de Inglaterra escogiendo un libro en las estanterías de un camión convertido en biblioteca ambulante de barrio? ¿Puede concebir a Isabel II como una empedernida lectora, cuya afición comienza a cambiar su escala de valores, preocupando al “establishment” del gobierno británico? Con esos originales mimbres Alan Bennett nos ha propuesto su última novela, “Una lectora nada común”, cuya edición española acaba de presentar Anagrama.

No es la primera vez que el escritor ofrece una visión atrevida pero convincente de la psicología en el interior de palacio. En 1994 ya adaptó para el cine su obra de teatro “The Madness of George III”, que convirtió en uno de los mejores guiones con un monarca como protagonista y recreó la inestabilidad mental de Jorge III en una película memorable. Bennett parece haberse especializado en personajes con altísimo nivel de conciencia de destino personal y misión histórica, que al tomar contacto con el aire fresco, no precisamente de Balmoral, modifican su universo sorprendiendo –cuando no escandalizando- al personal que les rodea, sea familia, servidores o admiradores. La trayectoria imaginada de tan singular lectora, que llega a la biblioteca ambulante persiguiendo a sus “corgies”, es una brillante metáfora del poder que puede alcanzar la lectura en la vida del ser humano. El propio sometimiento de la soberana al generoso régimen de préstamo que le permite llevarse ¡hasta seis títulos! en casa ocasión es símbolo de otras experiencias que quizá se está perdiendo entre viajes de estado, inauguraciones y conciertos. Y todo eso a punto de cumplir ochenta años, cuando físicamente ya no hay mucho tiempo para dar marcha atrás, pero un instante de gozo estético en la mente se convierte en mil intensas vidas.

Bennett retrata esa experiencia lectora con un amable tono de comedia, en ocasiones como inteligente sátira. Aprovecha para poner en boca de sus personajes opiniones sobre clásicos y contemporáneo. No es difícil moverse del sillón al leer rápidas e incisivas valoraciones de Proust, pero también de Nancy Mitford o Henry James. Los diálogos, de antología, como la reflexión del estirado secretario real al conocer la nueva afición de su jefa: “Leer es retraerse. No estar disponible. Sería más fácil de asimilar si fuera una actividad… menos egoísta”. Ese y otros pasajes encadenados para los que no costaría en absoluto imaginar una irónica respuesta en boca de Helen Mirren en el largometraje que pide el texto. Una protagonista creíble, bien construida, que no cuesta imaginar tomando el té o hablando en plural mayestático. Giros inesperados y un final brillante. ¿Qué más se puede pedir? Quizá una novela más voluminosa, pues a pesar de la profundidad creativa, su brevedad deja un suave poso, una impresión de divertimento que nos hace echar de menos más páginas.

“Una lectora nada común”
Alan Bennett

Barcelona, Anagrama, 119 pág.

ISBN: 978-84-339-7475-4

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