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La noche (Pieter de Witte)

OBRA ESCOGIDA

Un tapiz para los sueños del Duque de Baviera

Andrés Merino

Con motivo del IV Centenario de la primera edición del Quijote, Toledo acogió en 2005 una selecta muestra centrada en la los cartones y tapices de temática cervantina que encargó Felipe V. Al presentar las obras, Concha Herrero, comisaria de la muestra, paró ante la única pieza de la serie que recogía una escena nocturna, subrayando la dificultad técnica que tuvo que suponer para los tejedores.
Tres años después volvemos a encontrar la luz de la luna en una exposición de tapices, esta vez centrada en varias decenas de obras maestras del barroco europeo. “La noche” es ya el nombre de una pieza singular que quizá pueda quedar eclipsada por obras –si cabe- de mayor formato, a pesar de los cuatro metros de altura que la convierten en una obra de arte palatina, ideada para un entorno regio. La alegoría nocturna es la última de las que componen la serie Los Meses, las Estaciones y las Horas del día. No por serlo desmerece en absoluto en vibrante colorido, fuerza en las figuras y atractivo de los detalles.

Sólo dos figuras humanas. Un hombre, coronado con adormideras. Dormido, nos dicen sus ojos, pero más aún sus manos. Coronado con adormideras, silencio todo. Junto a él, en pie, una mujer simbolizando los sueños, con llamas en los dedos de su mano derecha y su cabeza. Luces que representan ideas imaginadas, con un sutil contrapunto en la lámpara que también alumbra en el interior de la cueva. Al fondo, un extraordinario azul tejido para mil estrellas que pugnan por ser tejidas en el cielo de la composición.

“La noche” es un tapiz palatino, destinado como tal a la maravillosa Residenz de Múnich. Lo presiden las armas heráldicas bávaras, a las que rodean collar y vellocino del Toisón de Oro. En la parte inferior, a ambos lados, el monograma ME, del Duque Maximiliano (1597-1651) y su esposa, Isabel de Lorena. En el centro, la leyenda latina que describe como la noche alterna con la luz del día en cada una de las cuatro estaciones. Todo ello con una impresionante cenefa floral que anticipa los cartones de Rubens o Jordaens. Faltaban casi dos siglos para que el ducado de Baviera se convirtiese en reino, pero su soberano ya hacía los deberes de la magnificencia artística. Alegorías y símbolos. Que los muros de palacio recogiesen que lo más cotidiano de la realidad, el amanecer o el ocaso, ya habían sido pensados y recreados en el alma barroca de la monarquía. Pocos soberanos europeos valoraron como Maximiliano I de Baviera el valor ornamental y dinástico de un tapiz. Incluso elevó los artesonados de salones para disponer de mayor espacio y majestuosidad, e hizo convivir las glorias tejidas de sus antepasados Wittelsbach con alegorías como la de esos sueños que se acercan al durmiente en “La Noche”. Quizá ese tapiz fuera el de sus propias ilusiones.

“La noche”
Pieter de Witte (h.1612). Tejido en el taller de Hans var de Biest (1614)

Tapiz de lana, seda e hilo entorchado en oro y plata (402 x 276 cm)

Munich, Bayerisches Nationalmuseum

Exposición “Hilos de esplendor”
Palacio Real de Madrid

Organizan: Patrimonio Nacional y Metropolitan Museum of Art

Colaboran: Centro de Estudios Europa Hispánica y Fundación Pryconsa

Madrid, 12 de marzo a 1 de junio de 2008

SEC. OBRA ESCOGIDA…