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Florian Maier-Aichen en el Museo Thyssen a partir de junio

Del 3 de junio al 27 de julio de 2008

El trabajo más reciente del fotógrafo alemán Florian Maier-Aichen

La exposición está compuesta de alrededor de 20 fotografías de grandes dimensiones. Florian Maier-Aichen muestra obras cuyo tema central son losl paisajes naturales y urbanos, en cada una de las obras el artista utiliza una paleta poco convencional y unos puntos de vista a menudo extremos para conseguir una sensación de irrealidad. Destaca también el acentuado contraste entre las obras en blanco y negro, y la saturación cromática de sus imágenes en color.

Florian Maier-Aichen (Stuttgart, 1973) comenzó sus estudios en Essen (Alemania) para posteriormente continuar su formación artística en Los Ángeles, de ahí que algunas de sus imágenes más paradigmáticas sean vistas, normalmente aéreas, de la costa californiana. El artista emplea métodos de la fotografía documental de forma muy personal para crear imágenes sublimes, en las que se mezcla la herencia clásica del paisaje con una visión muy contemporánea, marcada por el alejamiento de los puntos de vista y por los procesos de manipulación a los que somete a sus obras, en los que combina la técnica fotográfica con retoques realizados gracias a las nuevas tecnologías de tratamiento de la imagen. Sus fotografías de la costa de California, los Alpes y otras localizaciones son de gran belleza, por sus colores saturados y sus perspectivas panorámicas, a la vez que transmiten un sutil sentimiento de desasosiego.

Su trayectoria artística comienza como reacción a las estrictas normas establecidas por una de las corrientes más influyentes de la fotografía del siglo XX, la iniciada por el matrimonio alemán formado por Hilla y Bernd Becher. Los Becher centraron su trabajo en fotografiar la arquitectura industrial -en blanco y negro y de forma sistemática- para crear tipologías de edificios. Para Maier-Aichen, un joven fotógrafo en la Alemania de finales de los noventa del siglo pasado, este lenguaje visual iniciado en los años 1960 estaba ya agotado, por lo que decide abordar su propia investigación para descubrir vías que le ofrecieran mayor flexibilidad.

Entre la pintura y la fotografía
Cada una de las fotografías que realiza es única en términos de contenido, planteamiento y técnica. El punto de partida es siempre una captación analógica de gran formato y el resultado puede ser una impresión en gelatina de plata o una copia albúmina procesada con los métodos tradicionales del siglo XIX. Entre medias, un creativo proceso de ajustes y retoques hasta llegar a la imagen deseada. Esa manera de componer está más cerca de la pintura que de la fotografía. En este sentido, el campo de influencia de Maier-Aichen se aproxima al del nacimiento de la fotografía, cuando los pioneros salvaban las dificultades técnicas mediante la utilización de distintos métodos para conseguir el resultado pictórico que buscaban. Es el caso del francés Gustave Le Gray (1820-1882), cuyas fotografías de paisajes marinos tuvieron gran éxito y para las que utilizaba una combinación de negativos, imprimiendo por separado el cielo y el mar para fundirlos armoniosamente en la copia final; o del inglés Henry Peach Robinson (1830-1901) que, basándose en las reglas de composición de la pintura, partía de un dibujo y fotografiaba por separado a modelos y elementos del fondo para fundirlos en la copia final, aspirando a crear lo que él llamaba “realidades metafóricas”: “Se pueden lograr muchas cosas y crear imágenes maravillosas mezclando realidad y ficción en la imagen. No resulta tan necesario retratar la realidad, ya que una imagen veraz se consigue imitando la verdad”.

Maier-Aichen rescata el espíritu de los fotomontajes de Robinson y lo enlaza con el trabajo de los fotógrafos más innovadores que han trabajado en la Costa Oeste y, particularmente, en el Sur de California –Wallace Berman o Robert Heinecken-, donde encontraron una atmósfera propicia a la experimentación y se dedicaron a explorar la elasticidad de la fotografía. Como alumno del departamento de fotografía de la Universidad de los Ángeles -puesto en marcha por Heinecken a principios de 1960- Maier-Aichen recoge esta tradición de experimentación con los paisajes como punto de partida.

Su trabajo fotográfico está también directamente relacionado con la historia de la fotografía de paisajes, tanto europea como norteamericana; es el propio artista el que cita como influencia a los hermanos franceses Bisson que, a mediados del siglo XIX, realizaron con fines turísticos fotografías coloreadas de los lugares más inaccesibles de los Alpes; podemos encontrar la huella de estas “postales” en la obra de Maier-Aichen Sin título (Monte Rosa) (2002), presente en la exposición. De manera similar, en el Oeste de los Estados Unidos, los primeros fotógrafos de paisajes –Carleton Watkins o Timothy O´Sullivan- recorrían el territorio buscando panorámicas para un público hambriento de imágenes distintas de su experiencia visual cotidiana. Contratados por las agencias estatales con la idea de promover el turismo, estas expediciones darían lugar a la creación de los parques nacionales. Los pioneros de la fotografía de paisaje viajaban con mulas, que cargaban los equipos y salas oscuras transportables, para llegar a los lugares más recónditos y escalar las cumbres más altas. La forma de trabajar de Maier-Aichen también le lleva a lugares extremos, desde cumbres de montañas hasta helicópteros, para conseguir la mayor amplitud posible en el campo de visión; en Untitled (2005) retrata la costa de Malibú desde arriba, entre el frío océano y el cálido e irreal magenta de la tierra, creando una sensación casi apocalíptica en una escena cercana a la ciencia ficción.

En busca de lo sublime
Aunque varían en sus dimensiones, las fotografías de Florian Maier-Aichen consiguen envolver al espectador en su monumentalidad y visión panorámica. Una representación teatral y sublime de la naturaleza que, claramente, le conecta con la obra del pintor romántico alemán Caspar David Friedrich (1774-1840), tanto en temática como en enfoque y en su interpretación subjetiva de la naturaleza. El concepto estético de lo sublime, desarrollado originariamente por los viajeros ingleses que visitaban los Alpes, evocaba el sentimiento de peligro, de lo inconmensurable y de poner a prueba la propia supervivencia; las estrategias pictóricas para representar este concepto, tanto en pintura como en fotografía, pasaban por el uso de grandes formatos. Maier-Aichen, aún cuando emplea tamaños reducidos, logra transmitir ese sentimiento de lo sublime e, incluso, de lo peligroso o desconcertante, gracias a la combinación de sus particulares puntos de vista -en los que a menudo sitúa al espectador por encima de un extenso y vasto paisaje-, o a través de una buscada oscuridad en algunas de sus fotografías, cargadas de misterio y sensación de irrealidad; misterio e irrealidad que, sin duda, recuerda a los paisajes de Friedrich. La relación del pintor alemán con el paisaje fue muy personal, sus cuadros hablan de la armonía entre el hombre, Dios y la naturaleza, pero también nos transmiten muchas veces un cierto sentimiento de desasosiego, soledad y aislamiento. Esta idea de alienación está igualmente presente en Maier-Aichen, en fotografías como Sin título (Long Beach) (2004), que podemos ver en la muestra y en la que el espectador queda suspendido por encima del océano frente a una costa masificada que, extrañamente despojada de actividad, adquiere una forma abstracta, como de escultura geométrica.

Lo real y lo virtual
La obra del fotógrafo alemán presenta también en ocasiones una aproximación decimonónica a la imagen topográfica. La fotografía jugó un papel fundamental en la elaboración de los planos topográficos a principios del siglo XIX; la realización de mapas implicaba el uso de símbolos para representar ciertos detalles geográficos mientras que, al mismo tiempo, suponía la posibilidad de visualizar el mundo a escala reducida y de forma abstracta. Otra de las imágenes reunidas en esta selección es June Lake (2005), una vista aérea a gran escala de un destino turístico muy popular de California que nos muestra cómo el artista explota la herencia geológica para crear una topografía extrañamente primitiva. Según el filósofo francés Jean Baudrillard, la cartografía y el territorio físico no se diferencian, ya que la primera desea crear algo tan exacto a lo segundo que los dos se convierten en la misma cosa; en este mismo sentido, lo real y lo virtual no están claramente diferenciados en la obra de Maier-Aichen, que coloca al espectador entre ambos, como si las creaciones imaginarias del artista se movieran en la esfera del hiperrealismo.

Exposición
Titulo: Florian Maier-Aichen
Fechas: Del 3 de junio al 27 de julio de 2008
Comisario: Sérgio Mah, profesor de Historia de la Fotografía en la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Nueva de Lisboa.
Número de obras: Alrededor de 20

Datos de interés
Dirección: Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado 8, 28014 Madrid.
Lugar: Hall central (Planta baja)
Horario: de martes a domingo de 10.00 a 19.00 horas. La taquilla cierra a las 18:30 h.
Horario de verano: los meses de julio y agosto las exposiciones temporales permanecen abiertas hasta las 11 de la noche de martes a sábado.
Entrada gratuita