La mejor etapa del periodismo político en los últimos tiempos fueron los años de UCD porque al ser un partido formado por numerosas familias a las que sólo unía la permanencia en el poder, los informadores disponían de múltiples fuentes ya que el centro-derecha estaba sometido a la conspiración permanente. Los periodistas no tenían ni que acudir a las fuentes, ya que las fuentes -normalmente intoxicadoras, pero siempre con un punto de verdad- buscaban a los periodistas y, además, te invitaban a comer. La historia se repite y vuelve la guerra de guerrillas, en este caso al PP. Si Rajoy creía que lo mejor era solicitar adhesión inquebrantable a su candidatura unipersonal al Congreso de junio, le ha salido el tiro por la culata. El PP es una jaula de grillos y cada día más, y eso que no hace ni una semana que se han conocido los nombramientos del Grupo parlamentario.

El fiasco de Manuel Pizarro es digno de estudiarse en Harvard. Pizarro estaba hecho para gobernar o para seguir jugando a la política desde los salones de alfombras mullidas y muchos medios a su disposición y le han dejado con el culo al aire. Manolo, como le gusta que le llamen, ha sido el gran pope de la economía durante el Gobierno de Aznar y hombre que manejaba en la sombra el émbolo que insuflaba teórica y adhesiones durante la travesía del desierto del PP con el PSOE. Manolo llamaba a los banqueros y éstos acaban acudiendo a las reuniones que convocaba Rato. Al principio lo hacían de forma tímida y luego, cuando ya tocaban poder, acudían a arrebato y entonces Manolo hacía mutis por el foro. Aznar le ofreció incorporarlo a su Gobierno, pero tenía que aceptar a Rato como vicepresidente y Manolo era mucho Manolo para ir de segundón.

Pizarro es más listo que el hambre y es un hombre al que el valor no se le supone sino que lo tiene acreditado, pero su traspié en televisión le va a costar su carrera política. Y es que no es lo mismo conspirar desde los salones de la Bolsa que enfrentarse a Solbes caracterizado de Pirata del Caribe y con más conchas que un galápago. A Solbes le importa un pimiento no decir la verdad, por ejemplo, sobre el crecimiento de la economía o sobre la crisis en la que estamos inmersos, mientras que Pizarro es un hombre de principios y todavía no ha aprendido que las promesas en política están para no cumplirlas. Al final Cristóbal Montoro, a la chita callando, le ha robado la cartera y al de Teruel le han dejado compuesto y sin novia. A Solbes y Montoro, que no son ricos, aunque ganen mucho más que la media de los españoles, ne les importa comerse un sapo cada mañana por mantenerse en el machito. Pizarro, que ahora es rico de verdad, no está dispuesto a que media España le insulte cada mañana; esa es la diferencia.

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