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La otra Bolena

Manual avanzado de intriga cortesana

Por Andrés Merino

Planeta ha presentado por fin la edición española de “La otra Bolena”, la última novela histórica de Philippa Gregory. Lo ha hecho coincidiendo con el estreno de la película que en ella se basa: una adaptación absolutamente libre cuya visión confirma rotundamente esa afirmación coloquial que se escucha frecuentemente a la salida del cine: “el libro… ¡mucho mejor de la película!”.

Para quien escribe estas líneas leer primero el relato ha sido una tabla de salvación, pues aunque Scarlett Johansson y Natalie Portman encarnen de forma medianamente convincente a dos jovencísimas inglesas, gracias a una extraordinaria labor de vestuario y peluquería, el irreal (tan poco real como tan escasamente regio) Eric Bana no se parece en nada al ya obeso monarca que retrató Hans Holbein en los tiempos de la primera de sus crisis matrimoniales.

Gregory ha relatado de manera atractiva el ascenso y caída de la familia Bolena, nobles encumbrados por la histórica estrategia de acercamiento cortesano a Enrique VIII. El mérito de la novela es mucho. Si la práctica totalidad del gran público aún sostiene que el monarca ordenó ejecutar a sus seis esposas (cuando fueron únicamente dos, la segunda y la quinta), la autora ha difundido la historia tal y como fue, aun con justificadas licencias argumentales para recrear un momento verdaderamente crucial de la Edad moderna europea. Ana Bolena no fue la primera de su estirpe en gozar de las preferencias del más conocido de los soberanos ingleses. Su hermana María llegó a dar a Enrique VIII dos hijos naturales y se retiró prudentemente cuando su hermana consiguió el favor regio. Fue una auténtica operación de estado, una apuesta no ya de doble o nada, sino la búsqueda de un todo tan absoluto como el trono de la reina consorte de Inglaterra.

La narración se detiene en atractivos diálogos, con dosis justas de introspección psicológica, simbolismo y enlaces magníficamente construidos con acontecimientos cronológicos bien documentados. Quizá su mejor acierto sea haber presentado por igual a todos los miembros de la familia, especialmente a los progenitores de las protagonistas, advenedizos inmorales que utilizaron a sus hijas como piezas en el rugoso tablero de la ambición. Otro gran atractivo ha sido el retrato sociológico de quienes rodearon a Enrique, los movimientos de cientos de cortesanos que cada verano o invierno se ponían en marcha para el entretenimiento del monarca.

Pero como crítico literario español no puedo dejar de mencionar la más grata sorpresa que proporciona la obra que nos ocupa: el tratamiento justo, sin compadecerla exageradamente ni falsear su amargo destino histórico, de la Reina consorte Catalina de Aragón. A pesar de que se la cite continuamente en la traducción como “princesa” española (cuando en los reinos peninsulares no existía desde hacía siglos otra dignidad que la de Infanta para las hijas de los soberanos), un incómodo error, la figura de la menor de las hijas de los Reyes Católicos es presentada con una fidelidad a los hechos y un respeto que muestra una meritoria labor de documentación histórica. Nuestra admiración aumenta al recordar que precisamente las dos hermanas Bolena figuraban en la corte como damas de honor de la reina legítima, de triste final podemos extraer un destello de justicia poética que no anula el interés del lector en las últimas páginas: Catalina, que nunca se contradijo en sus declaraciones privadas o públicas sobre la validez canónica de su matrimonio, falleció recluida en el castillo de Kimbolton el 7 de enero de 1536. Sus funerales fueron de Princesa viuda y fue sepultada en la abadía de Peterborough. Ana Bolena fue decapitada menos de cinco meses más tarde en la Torre de Londres. Sus restos tuvieron un funeral privado sin honor ninguno y fueron depositados en la pequeña capilla de San Pedro ad vincula. Sic transit…

“La otra Bolena”

Philippa Gregory

Barcelona, Ed. Planeta, 620 pág.
ISBN: 987-84-08-07760-2