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El secreto de Sofonisba

La dama pintora recibe a Van Dick


Por Andrés Merino

Haga el lector una entretenida prueba: viaje en el metro de Madrid o en cualquier tren de cercanías a la hora de entrada a los centros de trabajo. Una porción verdaderamente significativa de quienes leen ficción dedican su tiempo a una novela histórica, un género en auge. A pesar de los aspectos más comerciales de una literatura muy propensa a obras de encargo, de estructura rígida y con estilos y recursos en ocasiones acartonados, centrar un relato en personajes y acontecimientos ciertos del pasado conquista con relativa facilidad el interés por leer.

Para su segunda novela, Lorenzo de Médici ha escogido como protagonista a Sofonisba Anguissola, la primera retratista que alcanzó la celebridad en una Europa en la que pintar, como otras muchas cosas, era cosa de hombres. Una buena elección inicial. “El secreto de Sofonisba” cuenta la supuesta visita a la artista, que casi alcanzó una longevidad centenaria, por parte de Antón Van Dyck, que se habría desplazado a Sicilia para conocerla durante su estancia de seis años en Italia, es el marco de conversaciones donde saldrán a la luz interesantes recuerdos de su vida en la Corte de España, seis décadas antes. La pintora de Cremona relata al joven el ambiente que rodeó el tercer matrimonio de Felipe II, su servicio como dama de la reina Isabel de Valois y los extraños sucesos que vivió en medio de las intrigas y rivalidades de poder. La admiración del más popular –junto a su maestro Rubens- de los pintores flamencos de la Edad Moderna es una invitación a exponer no sólo una relativamente bien construida trama argumental, sino un desordenado elenco de ideas sobre el arte y la estética, la vida y la conciencia.

El autor demuestra haber consultado en fuentes rigurosas aspectos relevantes del protocolo de la Corte española de mediados del siglo XVI, así como amplias e interesantes referencias a los procesos de preparación de los lienzos antes de comenzar el proceso creativo de un cuadro. El empleo de terminología artística es agradablemente abundante y está bien distribuido, si bien se roza en ocasiones el abuso de razonamientos psicológicos “circulares”, presentados con una lentitud que no puede atribuirse únicamente a la velocidad de pensamiento de una nonagenaria. No podemos omitir críticas puntuales a contradicciones palmarias, como que un Van Dyck oriundo de Flandes desconozca quién fue su coetánea, la Infanta Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los territorios en el momento del encuentro que sirve de base a la novela, y pregunte por ella a su anfitriona. O presentar a un Felipe II desplazándose varios kilómetros de El Escorial para recibir a un legado diplomático “para garantizar el secreto del encuentro”, como si el soberano no hubiere dispuesto de recursos para garantizar la confidencialidad de sus relaciones exteriores. Pero es loable que, a pesar de caer en algunos de los más manidos mitos de la Leyenda Negra, el relato no haya cargado las tintas en esta ocasión con el monarca, lo que desde luego le hubiese restado buena parte de originalidad. La lástima es que la trama argumental vuelva a referirse en última instancia a una supuesta conjura en el más manido esquema de oposición entre sociedades secretas e ingenuos ciudadanos de a pie, lo que empobrece considerablemente el resultado final, que podría haber sido notablemente mejorado. “El secreto de Sofonisba” es un singular esfuerzo literario, con brillante cimiento y desigual acabado, en la que los andamios de una confusa retórica esconden en ocasiones un edificio en sí ciertamente armónico. Su lectura merece la pena.

“El secreto de Sofonisba”
Lorenzo de Médici

Barcelona, Ediciones B, 368 pág.

ISBN: 978-84-666-3140-2