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Joan Hernández Pijuan. La distancia del dibujo

Museo de Arte Abstracto Español (Fundación Juan March), de Cuenca

Del 18 de enero al 4 de mayo de 2008

Museu d´Art Espanyol Contemporani (Fundación Juan March), de Palma de Mallorca
Del 27 de mayo al 6 de septiembre de 2008.

La exposición consta de 169 obras sobre papel: 130 realizadas por Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931-2005) entre 1969 y 2005, más una selección de 39 dibujos de los conocidos como Iris de Pascua, que el artista catalán pintaba cada año, desde 1988, en época de Pascua. La Fundación Juan March ha realizado un catálogo donde se recogen, junto con varios textos, las 130 obras en papel y en publicación aparte un libro complementario que con el título de Iris de Pascua recoge una selección de esos dibujos, acompañados de un texto introductorio de Elvira Maluquer, la viuda de Hernández Pijuan.

La muestra estará en Cuenca, en las salas de exposiciones temporales del Museo entre el 18 de enero y el 4 de mayo de 2008, y en el Museu d´Art Espanyol Contemporani (Fundación Juan March), de Palma de Mallorca, entre el 27 de mayo y el 6 de septiembre de 2008.

“Joan Hernández Pijuan. La distancia del dibujo» en Cuenca

La exposición constituye una amplia retrospectiva de la obra sobre papel del artista catalán que hizo del espacio el protagonista absoluto de su obra consta de 169 obras sobre papel: 130 realizadas por Joan Hernández Pijuan (Barcelona, 1931-2005) entre 1969 y 2005, más una selección de 39 dibujos de los conocidos como Iris de Pascua, que el artista catalán pintaba cada año, desde 1988, en época de Pascua.

El espacio de Hernández Pijuán es el espacio del paisaje vivido, experimentado, hecho íntimo, que permite que, a su vez, el espacio de la pintura –el de sus soportes, tan diversos- se convierta él mismo en paisaje. Pues, sin reproducir sin más la naturaleza, sus obras encierran la emoción que ésta le produce, y son expresión silenciosa de su sentimiento y su reflexión sobre la naturaleza hecha paisaje. En las obras expuestas se percibe, en una amplia variedad de formatos y tipos de papel, el carácter íntimo de los dibujos de Joan Hernández Pijuan. Y, sin embargo, los trazos espontáneos y los colores de una paleta tan particular como la suya acaban por configurar un repertorio de imágenes y composiciones muy elocuentes, de gran poder evocador.

La visión del paisaje evolucionó a lo largo de su obra. En un momento inicial, a mediados de los años 60, se observa en ella un acercamiento a la naturaleza muerta, a la que incorpora elementos reales ‒la sección de una manzana, un huevo o una copa‒ que confieren a ese espacio una dimensión trascendental. Después, a principios de los años 70, aparecen la regla y los espacios milimetrados, que van dando paso a texturas y gradaciones. Le siguen, a mediados de esa década, estudios de color, luz y movimiento sobre el espacio delimitado de un paisaje, y posteriormente visiones fragmentarias de campos casi monocromos. A principios de los años 80 su mirada se traslada de lo global (grandes superficies moduladas o vibrantes) a lo particular (alusión a plantas, flores y árboles). Finalmente, a comienzos de los 90 su obra se hace más sintética, y casas, nubes, surcos, caminos y montañas se convierten en los protagonistas de sus paisajes, que acaba condensando en tramas y signos. Las delimitaciones y los cierres han sido constantes en su trabajo, utilizados como recurso formal para enfatizar el vacío, a modo de senderos trazados por el propio artista que, al caminar entre tierras de cultivo, sigue los contornos del campo.

La obra de Hernández Pijuan, depurada y profunda, se encuentra al margen de corrientes, tendencias o movimientos artísticos, condición que le ha colocado en una posición solitaria y distanciada de las propuestas de sus compañeros de generación. Su búsqueda continua de un lenguaje pictórico muy personal y su interés por el sentido didáctico de sus propuestas han contribuido al reconocimiento de su obra, que se resiste a ser clasificada en términos de figuración o abstracción y que se sitúa entre las más destacadas del panorama creativo nacional contemporáneo.

La exposición dedica un apartado especial a los Iris que Joan Hernández Pijuan dibujaba cada año, desde 1988, en época de Pascua. Como publicación complementaria del catálogo de la exposición, la Fundación Juan March edita también un libro que, con el título de Iris de Pascua, presenta una selección de esos dibujos, acompañados de un texto introductorio de Elvira Maluquer.

El catálogo lleva una aproximación a la obra sobre papel de Pijuan, del que es autor Valentín Roma –quien realizará una visita comentada a la exposición a las 19 horas del viernes 18 de enero, en el acto de inauguración en Cuenca-, una interpretación sobre el dibujo de Pijuan, del que es autor Peter Dittmar y un texto del escritor catalán Narcís Comadira, además de una cronología, una selección de exposiciones de obra sobre papel y una bibliografía.

Escribe Narcís Comadira: “Y pensando ahora en esta muestra dedicada exclusivamente a obras sobre papel, quiero añadir que, en artistas de las características de Joan Hernández Pijuan –artistas que juegan con la sensualidad de la obra tanto o más que con el icono que esta obra genera–, los papeles son importantísimos. Y es que en los papeles está la semilla de todo el resto: el icono, el trazo y también la materia. Y la última época de la pintura de J.H.P. es absolutamente deudora del dibujo. Las tramas, las retículas, las mallas, los surcos, ¿qué son sino dibujos hechos sobre la materia de la tela? La diferencia es que, en el papel, esta materia venía dada por el propio papel y, en la pintura, él mismo tenía que pastársela. La pintura gana en impacto, incluso en sensualidad, originada en los grandes formatos y en la untuosidad de la pasta. Pero los dibujos sobre papel ganan en sutileza, en ternura, en sensibilidad. La mano, es decir, el cerebro y el corazón, está más próxima. De los papeles brota toda la fertilidad creadora del artista; en ellos están todas las promesas. Los papeles son como la primavera del artista; ahí florece todo lo que recogerá durante el esplendor otoñal de la obra madurada. Me gusta recordar a Joan Hernández Pijuan aquella mañana de abril, y recordarlo ligado a aquel precioso dibujo sobre papel que me regaló su generosidad.”