Del 20 de diciembre al 30 de marzo de 2008

Se puede ver la colección personal de obras de arte de Pablo Picasso.

Compuesta por más de un centenar de obras –entre las que figuran unas cuarenta pinturas de Renoir, Cézanne, Rousseau, Braque, Matisse y otros–, este conjunto excepcional es el resultado de una vida y traza, a su modo, un retrato íntimo del hombre.

Pero la naturaleza de esta colección es peculiar. Picasso no tiene la manía, a menudo devoradora y acumulativa, del coleccionista tradicional. Esta colección no es en absoluto el fruto de un proyecto deliberado. Las obras se añaden al desorden de los sucesivos estudios, tiradas por el suelo, con o sin marco, en medio de sus propios cuadros o colgadas de la pared, sin orden ni concierto y sin pretensiones de demostrar nada. En cierta manera, la colección forma parte del “fondo” de su estudio.

“Son mis amigos”: así habla Picasso de su colección. “A fin de cuentas, ¿por qué no se va a poder heredar de los amigos?”, confiesa un día a su marchante Kahnweiler. “En el fondo, ¿qué es un pintor? Un coleccionista que quiere reunir una colección haciendo él mismo los cuadros que le gustan de los demás.” La creación pasa antes que la posesión. Picasso mantiene con su colección una relación de creador a creadores (pasados o presentes). Es un comercio íntimo, vivo y no sacralizado.

“Para mí, en el arte no hay ni pasado ni futuro. Si una obra de arte no puede vivir en el presente, no vale la pena perder el tiempo con ella.” Estas palabras de Picasso recuerdan la definición de modernidad formulada por Baudelaire en 1863: “La modernidad es lo transitorio, lo fugaz, lo contingente, la mitad del arte, cuya otra mitad es lo eterno e inmutable. Ha existido una modernidad para cada antiguo maestro.”

Picasso fue sensible a esa modernidad, más o menos latente. Pero, en cambio, esta colección hace hincapié en una dimensión clásica del arte de Picasso. Lejos de la imagen (errónea) del artista moderno que hace tabla rasa del pasado y el presente, Picasso aparece aquí encaramado a hombros de gigantes.

“O sea que aquí tenemos a un español, provisto de las más antiguas recetas francesas (Chardin, Poussin, Le Nain, Corot), en posesión de un sortilegio. Los objetos, las caras, le siguen adonde él quiera. Un ojo negro los devora, y entre ese ojo por el que entran y la mano por donde salen, sufren una peculiar digestión” (Jean Cocteau, 1923).

Picasso quería ceder esta colección al Estado francés a condición de que se mantuviera íntegra. Cuando murió, sus herederos respetaron su voluntad. El Musée Picasso de París alberga desde entonces lo más esencial de la colección, completada por otras obras cedidas posteriormente por los herederos.

Como museo monográfico dedicado al artista, nada tiene más sentido que mostrar conjuntamente con la colección permanente del Museu Picasso de Barcelona, el conjunto de obras de otros artistas que Picasso conservó durante toda su vida.

Datos de interés:
Museu Picasso de Barcelona
Montcada, 15 – 23- 08003 Barcelona
Tel. 932 563 000
Del 20 de diciembre de 2007 al 30 de marzo de 2008
Organizada por el Musée national Picasso, París y por el Museu Picasso, Barcelona
Horario: De martes a domingo, de 10 a 20 horas- Lunes no festivos, cerrado
Precio: Exposición: 5,80 €. Entrada general (exposición temporal + colección permanente): 9 €. Condiciones especiales para grupos, menores de 16 años, miembros del ICOM, Tarjeta Rosa, estudiantes, Carnet Jove, parados, jubilados, pase de acompañante, familias numerosas

Citas:BERNADAC, Marie-Laure, MICHAEL, Androula, Picasso, propos sur l’art, París, Gallimard, 1998. COCTEAU, Jean; FERMIGIER André (ed.), Entre Picasso et Radiguet. París, Hermann, 1997.

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