Del 7 de noviembre al 31 de marzo de 2008 en el Centro Cultural Bancaja en Valencia.

Museo de Bellas Artes de Sevilla del 22 de abril al 29 de junio de 2008.
Museo Municipal de Málaga del 18 de julio al 21 de septiembre de 2008.
MNAC de Barcelona, del 16 de octubre al 11 de enero de 2009.
Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 2 de febrero, hasta el 12 de abril de 2009.
Museo del Prado de Madrid, del 7 de mayo al 26 de julio de 2009.
La itinerancia de la muestra finalizará en septiembre de 2009, donde volverá de nuevo a Valencia, antes de volver a la Hispanic Society de Nueva York.

Las obras han llegado a España gracias al acuerdo entre Bancaja, la Hispanic Society de Nueva York. Después de largas negociaciones Bancaja se comprometía a restaurar las piezas y la Hispanic cedía las obras a la Entidad por un periodo de dos año.

El coste del proyecto asciende a unos tres millones de euros y las obras en su conjunto han sido aseguradas por valor de más de 100 millones de euros.

Para la restauración de las obras se organizó un Comité Técnico, encargado de decidir las tareas que se iban a desarrollar sobre los lienzos, formado por Felipe Garín, Comisario de la exposición; Miguel Ángel Utrillas, Gerente de la Fundación Bancaja; Rafael Alonso, Restaurador del Museo del Prado; Vicente Ripollés, Restaurador en arte de la colección Bancaja; Marcus B. Burke, Conservador de la Hispanic Society; Michael Duffy, Restaurador del Museo de Arte Moderno de Nueva York y Jonathan Sherman, Restaurador de Sherman Art Conservation de Nueva York.

Los trabajos de restauración se realizaron en Nueva York por un equipo de seis restauradores, dirigido por Vicente Ripollés. Era la primera vez que se realizaba una intervención integral de los lienzos de Sorolla, y se llevó a cabo con el máximo respeto a la obra original, a través de actuaciones totalmente reversibles e inocuas, encaminadas en todo momento a mantener la unidad cromática y la correcta lectura de la misma. Estos trabajos, que tuvieron una duración de cinco meses, permitieron descubrir numerosos detalles ocultos por la suciedad ambiental. Los trabajos realizados se han limitado a limpieza y algún pequeño retoque.

Análisis del estado de conservación de las obras.
En primer lugar se realizó un análisis de los materiales utilizados por Joaquín Sorolla con el fin de elaborar un informe-diagnóstico del estado de conservación de la capa pictórica, el soporte-tela y los bastidores de los 14 lienzos. En los casos en que éstos se encontraban debilitados en sus extremos, se colocaron bandas o bordes de tela para reforzarlos (siempre reversibles), consolidando el perímetro de la obra, y facilitando con ello el posterior montaje sobre el bastidor.

El estudio de la obra pictórica de Sorolla se llevó a cabo por la Unidad de Arqueometría del Instituto de Ciencia de los Materiales de la Universitat de València (ICMUV) que realizó durante una semana los primeros análisis de pigmentos de las obras mediante fluorescencia de rayos-X dispersiva en energía (ADXRF). Se trata de una técnica analítica no-destructiva que no precisa la toma de muestras y que está integrada en un módulo portátil que permite realizar los análisis en el mismo lugar donde se exponen las obras.

Los análisis de EDXRF se realizaron en las salas de exposiciones de la Hispanic Society of America, del Museo de Bellas Artes de La Habana (Cuba) y del Museo de Bellas Artes de Valencia, y permitieron catalogar la paleta de pigmentos de Sorolla en una incipiente base de datos usada en la expertización de obras del Museo de Bellas Artes de La Habana, dudosamente atribuidas a Sorolla. Estos análisis aportaron un importante apoyo técnico a los procesos de adecuación y limpieza.

Intervención.
A pesar del buen mantenimiento de las obras desde que fueron pintadas, éstas acusaban partículas sólidas y suciedad superficial que se habían ido acumulando de forma inevitable a lo largo de los años. En algunos lienzos se apreciaba la descohesión de la película pictórica en zonas concretas que han tenido que ser intervenidas para evitar daños mayores. También se observaron viejas intervenciones de carácter puntual en diversas zonas de los cuadros. Éstas se realizaron siguiendo las pautas del taller de restauración de la Hispanic Society of America. Así pues, se decidió llevar a cabo un trabajo de eliminación de la suciedad superficial así como una limpieza más profunda mediante procedimientos no agresivos.

Utilizando en todo momento soluciones enzimáticas y disolventes de muy escasa penetración y elevada volatilidad. Para ello, después de consolidar los soportes, se procedió a eliminar las diversas capas de cera aplicada a modo de consolidación en anteriores intervenciones. A continuación se limpió la película pictórica y, posteriormente se realizó el estucado de las faltas de pintura y la reintegración cromática diferenciada de las faltas. Por último, para el acabado final, se decidió no aplicar ningún tipo de barniz con el fin de respetar el estado primigenio de la obra, ya que Sorolla nunca llegó a barnizarlas.

Descubrimiento de detalles ocultos.
Los trabajos de restauración han permitido descubrir numerosos detalles ocultos hasta ahora como consecuencia de la suciedad ambiental acumulada y los restos de cera pictórica. Tras la eliminación de ambos, los restauradores han podido comprobar la luminosidad y brillantez de los colores utilizados por Sorolla, y la existencia de varios centímetros de pintura original oculta en los bordes laterales de dos de los fragmentos que componen el panel Castilla. La fiesta del pan. Después de la limpieza de los cuadros, se pueden apreciar con mayor perceptibilidad entre otros muchos detalles, un personaje subido en los alto de una palmera en la pintura Elche. El palmeral, el humo del cigarro del personaje a caballo que se encuentra a la derecha del panel Sevilla. El encierro, o la Cruz de Mayo al fondo del panel Sevilla. El Baile que se aprecia con más intensidad.

La restauración ha permitido saber también que los lienzos de tela industrial tienen diversos grosores, que la tela de Sevilla, Los toreros, fue preparada artesanalmente o que los bastidores están hechos de madera de pino del norte de Nueva York y no han sufrido ningún ataque de insectos xilófagos.

Sorolla trabajó en la realización de las obras desde 1911 a 1919.
En 1911, Huntington encomendó a Joaquín Sorolla (1863- 1923) un encargo muy especial que le ocupó los últimos años de su vida, la decoración de una gran estancia rectangular con una serie de paneles que ilustrarían las distintas regiones de España captando su peculiar carácter a través de sus paisajes y sus gentes. El resultado fue la sala que hoy conocemos con el nombre de Sorolla. Ornamentada con catorce paneles de gran formato pintados al óleo y montada
póstumamente en 1926. Esta serie que Sorolla empezó a esbozar en 1911 quedó concluida en 1919 y su ejecución llevó al artista a viajar por toda España pintando y tomando apuntes durante ocho años que duró la creación del trabajo.

1. Castilla. La fiesta del pan.
Ésta es la más grande y la más planificada de las obras de la exposición. A diferencia de las otras, donde pinta una particularidad curiosa de cada región, aquí lo mezcla todo, completando así una amalgama de personajes y motivos a los que Sorolla dio muchas vueltas. Para “su” Castilla, el pintor tomó los modelos al natural pero terminó la composición en su estudio de Madrid.

2. Sevilla. Los Nazarenos.
Refleja la procesión de los nazarenos. Se trata de un óleo que mira directamente al espectador y en el que los personajes se disponen como si estuvieran participando en una obra de teatro, enfocando sus rostros y gestos hacia el público.

3. Aragón. La Jota.
Para este cuadro Sorolla realizó estudios de paisajes y bocetos en torno a la Jota. El resultado es una de las muestras de mejor colorido de Sorolla, presente tanto en las combinaciones de los trajes como en las bandas del paisaje que sirve como fondo. Destaca la visión de movimientos de las joteras.

4. Navarra. El Concejo del Roncal.
Muestra el acto que se realiza el 13 de julio desde el año 1375 en el pueblo de El Roncal, conmemorando la resolución de una disputa entre el valle francés de Baretour y el valle del Roncal de Granada. Casualmente, se trata del único cuadro en el que Sorolla plasma a alguna autoridad o representante de alguna institución, reflejando su idea democrática de España. Los personajes de esta obra muestran una marcada huella de Velázquez y una colocación que remite a la pintura europea abierta por Edouard Manet.

5. Guipúzcoa. Los bolos.
En Los Bolos, el paisaje se organiza en torno al color verde, reflejando así la esencia del País Vasco junto al monte Igueldo al fondo. Este cuadro expresa la frescura que captaba Sorolla reflejando momentos y supone una muestra de los cambios de ideas del pintor en función de las impresiones que iba recibiendo en su entorno.

6. Andalucía. El encierro.
Esta obra describe una típica escena andaluza, en la que se aprecia un grupo de mayorales, dos delante de dos toros y otros tres al fondo, conduce reses bravas a través de un camino rural, paraje de pitas y chumberas que bordea el camino de tierra y las vías del ferrocarril. Se aprecia cómo cada zona de color fue motivo de juego para el pintor, destacando el blanco sorollesco.

7. Sevilla. El baile.
Para realizar el cuadro de El Baile, Sorolla ejecuta varios estudios y bocetos. El resultado es una
escena típicamente española llena de color, luz y movimiento que, junto con el cuadro de Valencia y el de Los Toreros de Sevilla refleja las obras más españolas de esta colección.

8. Sevilla. Los toreros.
Quince figuras masculinas vestidas de torero son el centro de este panel en el que los personajes se traslapan unas con otras por diferencias de color en los trajes y las caras. Destaca el contraste de definición de algunas de las figuras con otras que quedan emborronadas, unas en luz y otras en sombra, aludiendo a las dos típicas partes de la plaza de toro.

9. Galicia. La Romería.
Para pintar la Romería gallega, Sorolla se instaló en Villagarcía de Arosa, en el castillo de Vista Alegre, que daba directamente a la ría. En este mural, Sorolla hace confluir una romería con una feria de ganado y en ella entrelaza personajes como un gaiteros soplando, tres mozas sentadas en primer plano con una cesta cubierta con un mantel blanco y el grupo central de cinco muchachas de las que una de las dos primeras mira al gaitero con curiosidad y la otra dirige sus ojos al espectador, invitándole a mirar la escena.

10. Cataluña. El pescado.
A Sorolla le pareció tan hermoso el puerto de Barcelona que lo eligió como motivo de
su cuadro. Si bien, más tarde decidió dar prioridad al pescado, pero cambiando de
escenario, trasladándose hasta Santa Cristina, en Lloret de Mar. En El pescado vuelve a surgir el típico eje cromático sorollista blanco-azul, pero con más fuerza que antes: el blanco sigue una línea quebrada a través de las ropas de las mujeres, desde la izquierda hasta la camisa de la mujer del centro de la composición.

11. Valencia. Las grupas.
En un primer momento Sorolla quería pintar un campo de naranjos; pero un día pasó por la catedral de Valencia y dio con los preparativos de la procesión de San Vicente Mártir. Este cuadro es el más alegre en cuanto a colorido, seguramente por tratarse de su tierra natal, según los comisarios de la exposición, Felipe Garín y Facundo Tomás.

12. Extremadura. El mercado.
Sorolla se desplazó hasta Plasencia para observar in situ a las gentes de Montehermoso que trabajaban en el mercado; pero además, compró varias fotografías, en especial a su suegro Antonio García, con las que se documentó para encontrar sus escenarios preferidos.

13. Elche. El palmeral.
Con este cuadro, Sorolla culmina la serie del Levante español. En esta composición una docena de jornaleras y un trabajador laboran en un huerto de palmeras, recogen dátiles ya maduros (Sorolla espero adrede para no captarlos verdes) y los disponen ordenadamente en cestas redondas. Destaca el gran colorido del cuadro, así como la luz tamizada por las palmeras como si tuvieran neblina.

14. Ayamonte. La pesca del atún.
Ayamonte le parecía a Sorolla exacto de color y construcciones, por eso eligió esta región. En La pesca del atún, un panel de casi cinco metros de longitud, hay una íntima imbricación entre el paisaje y las figuras de los pescadores. Surge de nuevo el blanco y el azul organizando cromáticamente la composición, acompañado por la potencia del toldo amarillo, cuyos reflejos se extienden a través de todos los elementos. Se suma el rojo de la sangre de los pescados y el conjunto de brochazos grandes entre los que vuelve a resaltar el brillo del blanco.

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