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"El Gusto a la Griega" en el Palacio Real

El Nacimiento del neoclasicismo francés.

Desde el 25 de octubre al 6 de enero de 2008.

Palacio Real de Madrid.

Pintura, escultura, bronces, orfebrería, relojes, muebles y porcelanas de Extremo Oriente y Sévres que decoraron el Neoclásico. Más de 130 piezas del siglo XVIII combinan el arte y la historia en un lugar tan singular como es el Palacio Real de Madrid. La exposición ha sido organizada por Patrimonio Nacional con la colaboración del Museo del Louvre, y el patrocinio de la Fundación Santander. Entre las piezas que se muestran destacan obras inéditas de la Colección del Museo del Louvre, grabados de la Colección Rotschild y mobiliario de Patrimonio Nacional.

La expresión de gusto “a la griega” se traduce en la primera etapa del movimiento neoclásico. Surge en Francia durante el reinado de Luis XV, hacia 1750, prolongándose hasta la primera mitad del siglo XIX.

El centro del discurso expositivo lo constituyen un conjunto de secciones que estudian el desarrollo de este movimiento en las distintas artes decorativas:

El bronce dorado, denominado «de mobiliario», fue uno de los dominios privilegiados del gusto «a la griega». Presente por doquier en las decoraciones de los aposentos del siglo XVIII en los muebles, vasos de piedras duras o porcelanas de China y Japón.

La orfebrería se presetaba particularmente bien al repertorio antiguo. Uno de los orfebres más importantes de la época, Jacques Nicolas Roëttiers de la Tour, ilustraría esta corriente con la realización del servicio del conde Orloff, favorito de Catalina II de Rusia, del que el Louvre conserva algunas piezas mostradas en la exposición. También Robert-Joseph Auguste que contribuyó a introducir el estilo neoclásico en la orfebrería, especialmente con motivo de la realización del servicio de Jorge III de Inglaterra.

La porcelana de Sêvres adoptó con éxito el nuevo estilo. A principios de 1764 el pintor Jean-Jacques Bachelier, director artístico de la manufactura desde 1751 hasta 1793, proporcionó numerosos modelos de vasoso con un repertorio de frisos de caballos, pliegues, piñas. El escultor Etienne-Maurice Falconet, responsable de los modelos de escultura de la manufactura de Sêvres a partir de 1757, también recibió el encargo de dotarlo a su vez de vasoso hasta 1766, fecha en la que fue llamado a Rusia por la emperatriz Catalina II. Esto contribuyó significativamente en la evolución de los productos de la manufactura real.

El mobiliario es uno de los campos de las artes decorativas en los que el gusto a la griega apareció más tempranamente, como el realizado en 1756 sobre diseños del pintor Le Lorrain para el gran coleccionista La Live de Jully para su cabinet flamenco (Museo Condé, Chantilly). El mobiliario a la griega realizado por Jean-Francois Oeben para Madame de Pompadour es sin duda el segundo eslabón y el más conocido de esta aparición de elementos decorativos en los muebles de inspiración antigua. Madame de Pompadour supo evolucionar y adaptarse e incluso preconizar el nuevo gusto, encargando a Jaen-Francois oeben, ya en 1760, diecisiete cómodas, denominadas «a la griega» en los documentos, para el Chateau de Ménars, un modelo de gran modernidad que combinaba la caoba maciza y en placas.

La exposición dedica un apartado especial a Madame du Barry -difusora del «gusto a la griega»- y su residencia preferida, el castillo de Louvenciennes, donde hizo coincidir a los artistas y personalidades culturales del momento, escenificando a la perfección el nuevo gusto de la sociedad francesa. Du Barry organizó la construcción y deocración en 1771 del pabellón de música de Louvenciennes que encomendó a Claude Nicolas Ledoux.
A partir de 1772 se dirigió en diversas ocasiones al ebanista Martín Carlin que le proporcionó diversos muebles con placas de porcelana, especialmente el famoso velador adquirido por el Louvre en 1978.

-En cuanto a la pintura el representante más emblemático del «gusto a la griega» es Joseph-Marie Vien, conocido especialmente en nuestros días por haber sido el maestro de David, aunque conservara durante toda su vida la influencia de su maestro Natoire, como es el caso de la obra La marchande d`amours, pintada en 1763, presentada en el Salon ese mismo año y conservado en Fontainebleau. El cuadro realizado a partir de una pintura antigua encontrada en Herculano y visible en las colecciones del rey de Nápoles en Portici, perteneció a partir de 1788 a madame de Barry que la recibió como regalo del duque de Brissac. Este que era su amante en víspera de la revolución, encargó ese mismo año a Vien una pareja para el cuadro titulado L`Amour fouyant I`esclavage, que regaló también a madame de Barry. Vien recibió en 1772 el encargo de madame de Barry para el pabellón de música de Louvenciennes, cuatro paneles titulados Le Progrès de I`Amour dans le coeur des jeunes filles, obras emblemáticas del gusto griego, destinadas a reemplazar los cuadros realizados por Fragonard para el salón de cul-de-four. Los paneles de Vien pintados en 1773-1774 se dispersaron tras la muerte de madame de Barry, aunque dos de ellos están conservados en el Louvre: Amant couronnant sa maîtresse y Jeunes filles parant des fleurs I`Amour endormi.

El Gusto a la Griega se desarrolló es especial en las artes decorativas y en la pintura, acompañando de un retorno a los usos del siglo XIV, considerado una de las edades de oro de las artes y de las letras. Destacan teóricos como Caylus o Diderot; arquitectos y decoradores de la talla de Delafosse y Patitot.

Entre los grandes seguidores de esta nueva corriente nos encontramos personajes como Madame Pompadour, su hermano Marigny, los Duques de Aumont y Choiseul.

El nuevo estilo hace referencia a los cánones clásicos: las volutas, metopas y los triglifos, toros de laurel, hojas de acanto, frisos de postas y de grecas, las columnas, pilastras y los capiteles; los jarrones “a la antigua”, las máscaras de animales y todo un repertorio “báquico” dan forma al nuevo neoclásico francés.

El “gusto a la griega” designa la primera etapa del gran movimiento neoclásico desarrollado en Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII. Concretamente ese nuevo gusto, que empezó a surgir hacia 1750 y causó furor en las artes decorativas durante los últimos años del reinado de Luis XV, reaccionó contra las formas del estilo rococó que habían estado vigentes durante la primera mitad del siglo, y proponía la recuperación de la noble sencillez de la Antigüedad y el uso de un repertorio decorativo que bebía de las fuentes de la arquitectura griega. Inicialmente fomentado por los escultores y los arquitectos, el “gusto a la griega” se desarrolló en las artes decorativas y, finalmente, en la pintura.

Frente a la libérrima asimetría del rococó, a su carencia de normas y a su desarrollo tan prolongado que cansaba ya como un repertorio anticuado y pasado de moda, la nueva tendencia “griega” proponía también, en cierto modo, un retorno al “gran gusto” del “Siglo de Luis XIV”, época cuyo carácter de edad de oro para las artes y las letras era celebrado entonces por ilustrados como Voltaire. Al florecimiento del “gusto a la griega” contribuyeron también teóricos como Caylus o Diderot, y decoradores y arquitectos como Petitot o Delafosse. Los marchantes, siempre al acecho de nuevas ideas para satisfacer los deseos de sus clientes, también se encargaron de impulsar el nuevo estilo. Una clientela parisina adinerada y vanguardista formada por grandes aficionados al arte como Madame de Pompadour, su hermano el marqués de Marigny, el duque de Aumont, el introductor de embajadores La Live de Jully, el duque de Choiseul, y también por ricos banqueros, aseguró el desarrollo de esta corriente de modo que a principios de la década de 1750 ya se había consolidado un primer repertorio neoclásico que los contemporáneos calificaron de “griego”.

El retorno a lo antiguo fue acompañado de una vuelta al gusto por determinados materiales conocidos por haber sido muy apreciados en la Antigüedad como el mármol y las piedras duras, especialmente el pórfido, material antiguo por excelencia, buscado desde siempre por los grandes aficionados y muy apreciado en época de Luis XIV.

Sin duda porque presentan numerosas similitudes con la arquitectura, el mobiliario fue a su vez uno de los ámbitos de las artes decorativas en los que el gusto a la griega apareció con mayor prontitud.

Los objetos decorativos en bronce dorado constituyeron uno de los dominios privilegiados del gusto “a la griega”. Estaba presente en multitud de decoraciones del siglo XVIII: en muebles, en vasos de piedras duras o en porcelanas de China y de Japón. Los relojes, cuyos aspectos técnicos tanto se habían desarrollado por entonces, ofrecían un campo abonado para el lucimiento de esta estética. Los metales preciosos se prestaban particularmente al repertorio antiguo, y obras de los más importantes orfebres de la época así lo ilustran. Por su parte, la porcelana de Sèvres es otro de los campos de las artes decorativas que adoptó con mayor aceptación el nuevo estilo.
La exposición El gusto “a la griega” pretende ilustrar ese importante período (1750-1775) en el que se realizaron exquisitas producciones artísticas y cuyas repercusiones son esenciales para comprender el futuro desarrollo del arte europeo.

Datos de interés:
25 Octubre 2007 a 6 Enero de 2008.
Palacio Real de Madrid.
Calle Bailen s/n

Organizada por Patrimonio Nacional, con la colaboración especial del Museo del Louvre y la colaboración de la Fundación Santander.