Por César Utrera-Molina Gómez

En los 10 últimos años pocos lectores habrán resistido la tentación de picotear en el proceloso mundo de la novela histórica. En las secciones de libros de los grandes almacenes han surgido de la nada estanterías propias para el género y ya existen premios literarios especializados. Confieso que he sido reticente al género, pues algunas malas experiencias me han hecho tener una sana actitud de desconfianza y escepticismo. Recuerdo el bien escrito pero nada veraz, más bien panfletario “El puente de Alcántara” que se descolgaba con un retrato del Cid que desinflaba la novela casi al final y te dejaba esa extraña y amarga sensación de estafa intelectual después de tropecientas páginas. Como contraejemplo, la saga de “Los Reyes Malditos” de Marcel Druon, ejemplo de calidad y cantidad que no riñen. Es preciso, en éste caso como en todos los géneros literarios separar el grano, escaso, de la paja cuasi-infinita.

A sangre y fuego, no defrauda, lo aseguro. Es una novela histórica, pero también y eso la distingue de otras novelas similares, es la historia de una epopeya nacional, la del pueblo polaco. En Polonia es más que un libro, es el fresco narrativo en el que se identifica el pueblo polaco. Algo de Mío Cid del pueblo polaco (en el personaje de Juan Kretuski) tiene la trilogía de la que esta novela es la primera entrega. El contexto histórico en el que se desenvuelve es la Polonia del siglo XVII. No voy a mentir, mi ignorancia sobre los avatares polacos de ese siglo era mayúscula y lo cierto es que la novela ilustra y entretiene, y hace ambas cosas de modo ejemplar. Entre los indudables méritos de la novela, no me resisto a mencionar la muy inspirada creación de una docena de personajes que hacen irresistible la curiosidad por saber de sus avatares. Estos se insertan en una compleja trama política, histórica y militar, pero la fuerza de los mismos, su carácter absolutamente entrañable y legendario hacen que se devore página tras página para satisfacer una curiosidad desatada por el destino de esos personajes excepcionales.

Poco más que añadir, entre los muchos ingredientes de la novela cabe destacar el gusto por la aventura, la romántica persecución del amor ideal, el exotismo de los lugares descritos (la Ucrania semisalvaje del XVII), la singularidad de los pueblos que intervienen (el polaco, el lituano, los cosacos, los tártaros). Todos estos elementos se enlazan con maestría y el sugestivo acontecer de los personajes nos permite disfrutar de estupendos ejemplos de compañerismo, de amistad, de nobleza en el servicio en un grado que sólo se da en situaciones extremas como la guerra y el peligro. También hay sitio para la alta y la baja política; para el humor. Un ingrediente indispensable que humaniza a los personajes dándoles un aliento humano que no molesta el aliento épico del relato; para situaciones en los que las actitudes más profundas de los personajes quedan reflejadas verazmente, así se contraponen la cobardía del pacto y del apaciguamiento frente a una actitud de firmeza implacable que nace de un código de conducta caballeresca, noble e inspirada en la fe cristiana que resulta enormemente reconocible y que el propio Calderón hubiese suscrito.

No se lo pierdan.

Con humildad.

Título: A sangre y fuego.
Autor: Henryk Sienkiewicz .
Editorial: Ciudadela.
Año: 2007.
Precio: Alrededor de los 25€

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