Se han desatado las especulaciones acerca del nombre del nuevo director o directora del Museo Reina Sofía tras la renuncia de Ana Martínez de Aguilar. Resulta curioso comprobar como muchos de sus detractores se muestran ahora sorprendidos ante su marcha ya que se había dado por descontado que continuaría hasta la formación del nuevo Gobierno. A la legislatura sólo le queda un trimestre, ya que poco después de Navidad se convocarán elecciones, se disolverá el Parlamento, y los ministros pasarán a ejercer su cargo “en funciones”. Es decir, no hay tiempo para aprobar un nuevo nombramiento según el denominado Código de Buenas Prácticas. La realidad es que de este documento que afecta de forma primordial al Reina Sofía y a la Biblioteca Nacional se desconoce casi todo y sólo se sabe que “los responsables de estos organismos se elegirán por criterios de consenso y rigor” que es como no decir nada. De una forma o de otra en el patronato del Reina Sofía manda el Gobierno de turno, bien a través de los cargos inherentes a un nombramiento oficial o a través de representantes de instituciones que a la postre tratan de alinear su voto con el del Gobierno. Eso de que el Gobierno dejará de elegir a dedo a los nuevos responsables de estos organismos es una quimera ya que ni la decisión de los expertos ni la del patronato obliga al Gobierno, ni existen votaciones, ni actas públicas de las reuniones. Al final se elige un grupo de candidatos en el que irá, para guardar las formas, el candidato del Gobierno y el ministro tomará libremente su decisión. En el campo de la Economía no ha habido Código más aireado y menos cumplido que el Olivencia de Buenas Prácticas y luego el Código Conthe. ¿Qué no hará el ministro de Cultura con el Reina Sofía que no haya hecho el de Economía, por ejemplo, con Endesa? Y en estas estamos cuando hay un nombre que empieza a sonar en todas las salsas y no es otro que el de Rosina Gómez Baeza, presidenta del Instituto de Arte Contemporáneo y ex directora de Arco, hoy en su dorado exilio asturiano, a cuya sombra se han movido todos los hilos que han derivado en los nuevos criterios para la redacción del Código de Buenas Prácticas. Rosina tiene oficio y prestigio, sabe moverse en las procelosas aguas de la política y, a la postre, ¿las nuevas normas de designación de director/a del Reina Sofía no le vienen como un traje a medida?
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