La reina sin trono

Por Andrés Merino

A pesar de restaurar el derecho canónico visigodo en el Concilio de Coyanza, en el año 1050, Fernando I de Castilla aplicó la normativa sucesoria navarra a la hora de dictar testamento, una tradición que no beneficiaba precisamente a los primogénitos. A su muerte, en 1065, sus extensas posesiones se dividieron entre sus cinco hijos. A los varones correspondieron reinos: a Sancho II, Castilla; a Alfonso VI, León y para García, Galicia. Sus dos hijas, las infantas Urraca y Elvira, recibieron el señorío sobre las ciudades de Zamora y Toro, respectivamente. La primera de ellas estaba llamada a ser una reina de leyenda, y ha sido la figura escogida por la murciana Amalia Gómez para su primera novela histórica, presentada en una cuidada edición de Almuzara. La autora, Secretaria General de Asuntos Sociales en el primer gobierno Aznar, es doctora en Historia de América, pero ha decidido embarcarse –creemos que con fortuna– en el trazado del perfil de una de las protagonistas de la Edad media peninsular.

Urraca de Castilla (1033-1101) tuvo una personalidad arrolladora que es presentada con pasión en las páginas que nos ocupan. Fue madrina de Rodrigo Díaz de Vivar durante la ceremonia en la que el jovencísimo Cid recibió las armas de caballero, lo que sirve a la autora para sugerir con académicos recursos literarios una historia de amor platónico que romances posteriores llevaron más lejos. Cuando el rey Sancho se enfrentó a sus hermanos y consiguió el exilio de don Alfonso a la taifa de Toledo, Urraca no se retiró, como los tópicos medievales establecen, a hilar o tejer en un monasterio apartado, sino que tomó abierto partido en el enfrentamiento entre los hermanos. La Infanta se encerró en Zamora, que se dispuso a soportar un asedio de varios meses, hasta que el 6 de octubre de 1072 Vellido Dolfos, que salió del interior de las murallas, mató al rey Sancho. Amalia Gómez, curiosamente, ha elegido no recrearse en el acontecimiento, dando más importancia a reflexiones sicológicas de la retratada.

Es precisamente el retrato personal e interior lo que dota a la novela de elementos de gran interés que, aunque no compartimos, en justicia debemos juzgar como bien construidos. La autora pone en boca de su personaje argumentos a favor de la condición femenina demasiado avanzados para su tiempo, que quizá por ello restan una porción de credibilidad al entorno que recrea el relato. Abordar de lleno, para desmontarla, la falsa leyenda de relaciones más que fraternales entre el triunfador Alfonso VI y su hermana mayor es valiente. Causa positiva impresión el recuerdo objetivo de datos históricos como el que el monarca concedió a doña Urraca la dignidad regia, y bien pudo recibir de ella consejo y apoyo político. El soberano que reconquistó Toledo no tuvo precisamente una vida familiar fácil, con el fallecimiento prematuro de dos de sus esposas, su primogénito y varios hijos bastardos. Pero resultan más convincentes las reflexiones de la protagonista, perfectamente creíbles, sobre la condición regia, el compromiso con el pueblo, los sinsabores de la Reconquista o, curiosamente, las dificultades y retos de la vida monástica que bien conoció durante el recorrido por los monasterios cuya renta le había sido asignada por el testamento de su padre, cuya regla estaba adaptándose a la orden de Cluny. En la misma línea se nos proponen hasta menciones sobre la adopción del rito litúrgico romano, limitando el mozárabe. Bien pudieron ser esos los temas de conversación en las fortalezas regias en la época.

“Urraca, Señora de Zamora” es un relato sugestivo e interesante, escrito con un formidable armazón histórico. Nos propone y acerca un panorama femenino y general del primer y segundo intento de unión entre los reinos de Castilla y León (el primero, con Fernando I; el segundo, con Alfonso VI), en medio del convulso siglo XI. Un ejercicio logrado de novela histórica que hará las delicias de los amantes del género.


FICHA:
“Urraca, Señora de Zamora”
Amalia Gómez
Córdoba, Editorial Almuzara, 205 pág

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1 COMENTARIO

  1. Fernando nunca se intitulo como rey de Castilla, no existe ningún documento original ni falso en donde se mencione dicho título. Fernando I rey de León y Conde de Castilla.
    Urraca tampoco es señora de Castilla; Zamora es de León.

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