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Preguntas sin respuesta

Si “Tengo una pregunta para usted…”, el programa estrella de TVE en el que cien españoles, que luego fueron realmente poco más de cuarenta, plantean los verdaderos problemas que preocupan a los ciudadanos y al final el único titular en el que coinciden todas los medios es que Zapatero cree que un café vale 0,80 euros es que el espacio ha sido un fracaso o que el Presidente del Gobierno no dijo nada que valiera la pena. La muestra de españoles seleccionada preguntó con mejor o peor fortuna lo que se esperaba; es decir, por el terrorismo, la negociación con ETA, la excarcelación de etarras, Navarra, el paro, la sanidad, la educación, los emigrantes, la mujer, el trabajo, el precio de la vivienda, el futuro de los jóvenes, etc. Rodríguez Zapatero estuvo más de de dos horas contestando con su mejor voluntad aunque con errores de sintaxis o semánticos que harían sonrojar a un estudiante de los de “progresa adecuadamente”, pero no ese el caso. El asunto es que nos quedamos como estábamos y el presidente salvo lo del café no dio ni una solución que llevarse a la boca, ni aclaró una duda, ni dejó una puerta abierta a la esperanza. Sólo palabras… Según los datos facilitados por TVE hasta 16 millones de espectadores conectaron en algún momento con la Primera y una media de seis millones permanecieron atentos a la pantalla durante todo el programa. Al final, hasta la propia televisión española ha hecho un reportaje sobre el precio de un café que va de los tres euros el más caro a los 0,70 euros (en el bar del Congreso) el más barato. Y eso es todo. Si el presidente no supo constatar con rigor a las preguntas relacionadas con las cuestiones que preocupan a los ciudadanos es que como dicen en la NASA: “Houston tenemos un problema…” Y el problema no estuvo en las preguntas, sino en las respuestas. Los fontaneros de Moncloa deberían estar tomando nota de que la aparición del presidente del Gobierno, si salvamos el factor oportunidad y sorpresa del propio formato del programa, fue un fracaso en el que quedaron en evidencia más lagunas que aciertos. Y es posible que entre los propios votantes del PSOE se estén preguntando si valió la pena el experimento. Ahora le toca el turno a Rajoy. Desde la oposición es más fácil convencer ya que siempre cuesta menos destruir que construir y es más barato prometer lo que no se tiene con tal de alcanzar el poder. Quizá debería empezar por convencer a los de su propio partido de que él es el mejor candidato. El error siempre está en las respuestas, nunca en las preguntas.