Reciben el nombre de reducciones los poblados indígenas que se organizaban separados de los españoles. Los jesuitas establecieron reducciones en muchas de sus misiones de América desde el siglo XVI al XVIII. Las más famosas fueron las que se establecieron entre los indios guaraníes y chiquitos en regiones que hoy pertenecen a Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil y Bolivia. Se trata de una de las experiencias evangelizadoras más sorprendentes de la historia. Cuando los jesuitas fueron expulsados en 1767 la provincia del Paraguay contaba con 457 miembros. Además de los colegios y residencias en varias ciudades, la provincia atendía entonces a 29 reducciones entre los guaraníes, diez entre los chiquitos y ocho en el Gran Chaco. En cada reducción había tres o cuatro misioneros. En 1767 unos 80 jesuitas atendían a los pueblos guaraníes que entonces contaban 130.000 habitantes. Años antes habían llegado a los 180.000.
Los misioneros intentaron ofrecer un sistema dentro de la colonia para salvaguardar la libertad de los nativos (súbditos libres de la corona y dueños de la tierra) y ofrecer un cauce de evangelización, de vida civil y cultural que acogiese y respetase la autóctona de guaraníes, chiquitanos, moxos… Esta labor evangelizadora supuso a los jesuitas ataques, incomprensiones y denuncias por parte de los encomenderos a los que las reducciones ponían un límite a su ambición.
Las reducciones constituían un refugio, no siempre logrado, frente a las etnias enemigas o los esclavistas portugueses, y ofrecieron la posibilidad de huir de la encomienda española. La vida social y cultural de las misiones, los rituales, misas y fiestas también tenían su atractivo en comparación con la vida primitiva guaraní.

La Universidad Pontificia Comillas y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales (SECC), adscrita al Ministerio de Cultura, organizan un concierto formado por la Ópera de San Francisco Javier.

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