A mediados del siglo XVII se subastaron los bienes de Carlos I de Inglaterra (1600-1649) y de algunos de los nobles partidarios del monarca, tras su ejecución como consecuencia de la revolución de 1648 encabezada por Oliver Cromwell. El rey español Felipe IV quiso asegurarse las mejores obras de la colección de Carlos I, algunas de las cuales habían salido de España en 1623, para lo cual encargó la compra de estas piezas a Alonso de Cárdenas, embajador español en Londres. Estas obras, que constituyen el núcleo original de los fondos del Museo del Prado, se mostraron reunidas en una exposición excepcional junto con obras pertenecientes a instituciones públicas y privadas de otros países, entre los que se encontraban la National Gallery de Londres, la National Gallery of Scotland de Edimburgo, la Christ Church Picture Gallery de Oxford, la Galleria de degli Uffizi de Florencia, el Musée du Louvre de París, el Musée Goya de Castres, etc.
El Museo del Prado presentó la exposición sobre las relaciones artísticas entre España y Gran Bretaña (1604-1655), «La almoneda del siglo», que se puedo ver desde el 15 de marzo hasta el 2 de junio de 2002, tras su inauguración por los Príncipes de Asturias y de Gales.

Se reunieron por primera vez obras fundamentales de autores como Rubens, Van Dyck, Durero, Velázquez y Tiziano entre otros. La muestra tomó como punto de partida la formación de las colecciones europeas de pintura y abordó el tema de las relaciones políticas y culturales entre Gran Bretaña y España en la primera mitad del siglo XVII.

La exposición se dividió en tres apartados: El Tratado de Paz firmado en 1604 entre Jacobo I y Felipe III; La visita del Príncipe de Gales a España y su relación con el mundo artístico español; Y, por último, la caída del rey Carlos I en la Guerra Civil inglesa. El recorrido pictórico se iniciaba con el famoso retrato de grupo «Conferencia en Somerset House» de Pantoja de la Cruz, y las copias inglesa y española del Tratado de Paz. Junto a varios retratos de los personajes que protagonizaron uno de los episodios más novelescos, el propio Príncipe de Gales y el Duque de Buckingham viajan de incógnito a Madrid con el deseo de concertar el matrimonio del Príncipe con la infanta María, hermana de Felipe IV. Aunque fracasaron en el empeño matrimonial, Carlos I, gran coleccionista, había conseguido ponerse en contacto con los mejores maestros del momento y así acrecentar su ya amplia colección de pintura.

Entre las obras destacan algunas como las de Daniel Mytens, «Carlos, Principe de Gales»; de Pantoja de la Cruz, «Conferencia de Somerset House»; de Antón Van Dyck, «La continencia de Escipión»; Rafael, «Sagrada Familia de la Perla»; Tintoretto, «El Lavatorio»; Andrea Mantenga, «Muerte de la Virgen»; Correggio, «Educación de Cupido»; Velázquez, «Felipe IV»; Rubens, «Alegoría de la Paz y la Guerra» y de Durero, «Autorretrato».

La Edad de Oro
En la historia de la pintura se puede decir que fue un momento importante, desde el punto de vista social y teórico, donde se debatía el estatuto del artista. Las artes plásticas como actividad liberal, quien las ejercía se equiparaba al noble y podía gozar de sus privilegios y prerrogativas, por lo que no pagaba impuestos. Como defendió Lope de Vega en su Laurel de Apolo «Bien es verdad que llaman la Poesía Pintura que habla …»; o en Los Ponces de Barcelona donde pone en boca de un personaje «Pintor era el padre mío, arte tan noble, ..». Así los pintores se acercaban a la corte con otro talante, como el caso de Diego Velázquez quien por favor del rey es nombrado Caballero de la Orden de Santiago (1563). Rubens, pintor de varias monarquías y aristocracias europeas, trabajó para el rey Carlos I de Inglaterra, para María de Médicis, para el duque de Mantua y el de Lerma, etc. Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos, envía al pintor a España como embajador extraordinario, Felipe IV encolerizado ante las exigencias de trato que reclamaba Rubens por su condición de noble, definió al artista como «Hombre de tan pocas obligaciones» (por su condición de Pintor). El pintor flamenco había participado en representación de Isabel Clara Eugenia en unas conversaciones secretas con la corona Inglesa para negociar un tratado de paz entre Inglaterra y España y, en el verano de 1628, viajó a España para informar al rey Felipe IV sobre dichas negociaciones. Durante los ocho meses que permaneció en Madrid, el rey tuvo la oportunidad de apreciar su talento y sus obras fueron colocadas en lugares destacados del Alcázar. Además, entre los numerosos retratos que realizó destaca la imagen del monarca que se colgó en la sala más importante de palacio en sustitución de otro realizado por Velázquez. Así no es de extrañar el interés de Felipe IV por la subasta de los bienes de Carlos I de Inglaterra cuando supo que entre las obras que se vendían se encontraban algunas de este artista.

Las más hermosas obras
La corte española atraerá a los grandes artistas de la Generación de 1600 (así se conoce porque casi todos los artistas nacen entorno a principios de siglo), que se instalan o trabajan temporalmente para ella. Pero no contento con ello el monarca, coleccionista sensible y ambicioso, da órdenes precisas y categóricas a sus embajadores-agentes para que adquieran las más hermosas obras que aparezcan en el mercado artístico fuera de sus dominios. «Venus y Adonis» de Veronés, fue adquirida por Velázquez en su segundo viaje a Italia; La «Caída en el camino del Calvario» de Rafael, conocida por «El Pasmo», fue adquirida a través del virrey Ayala en Sicilia. Peñaranda compra varias obras de la Colección Send entre ellas el retrato «Lotto». Además, el afán coleccionista del rey hace que muchos aristócratas le cedan sus más preciadas joyas. Pero las adquisiciones más importantes que realizó nuestro monarca, por la cantidad y calidad fueron las procedentes de la almoneda de Carlos I de Inglaterra.

Entre las obras que se exponen estará «El lavatorio» de Tintoretto. Este óleo adquirido por Alonso Cárdenas, para Felipe IV, y depositado en El Escorial ha sido causa de confusión desde que, en 1976, Rodolfo Palluchini lo relegará a la condición de copia de un lienzo de factura tintorettiana. «Este (se refiere al El Lavatorio) y otro de la Cena del mismo tamaño, hizo Tintoreto para la Iglesia que llaman de San Marcuola en Venecia, y fue quitado, y puesto en su lugar una copia; y aunque se conoce que lo es, es de tanta satisfacción y su armonía tal, que siendo original el compañero, no se repara en él»; Francisco de los Santos, Drescripción breve del Monasterio de S. Lorenzo el Real de El Escorial, única maravilla del mundo…, Madrid, 1657, fol.44 v. Santos parece manejar información de primera mano, probablemente suministrada por Velázquez, buen conocedor de Venecia y responsable de la reordenación pictórica de El Escorial. Tras el estudio de la obra realizado por el museo del Prado para su restauración se ha demostrado, sin lugar a dudas, que El Lavatorio que Felipe IV adquirió en la subasta era realmente el original.

El siglo XVII fue la Edad de Oro de las Artes en España, pero también un siglo en el que perdió su hegemonía europea. Al tiempo que Gran Bretaña surgió como un poderoso imperio y como el eventual sucesor del predominio global español. Estos hechos sin duda tuvieron una gran influencia en el arte y los gustos en ambas cortes.

María Jesús Burgueño

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