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El Círculo de Bellas Artes analiza la figura del Capitán Trueno

El 14 de mayo de 1956 se publicó la historieta “A sangre y fuego”, con dibujos de Miguel Ambrosio Zaragoza “Ambrós”, un precio de 1,25 pesetas y una tirada inicial de 30.000 ejemplares. Así vio la luz el encargo que la editorial Bruguera le hizo al guionista Víctor Mora: crear una serie de historias de aventura, protagonizadas por un personaje de corte histórico. Entre El príncipe Valiente, de Harold R. Foster, e Ivanhoe, de Walter Scott, hace sesenta años apareció por primera vez el Capitán Trueno.

Mora situó a su nuevo personaje en la Edad Media (en aquellos años 50, en España se estrenaban películas de aventuras medievales), y le rodeó de unos compañeros de viaje que recorrieron con él el mundo en busca de aventuras: Goliath (el otrora leñador, de gran fuerza física, y dos pasiones: la comida y las broncas), Crispín (ágil y valiente, la réplica de Goliath, futuro escudero de Trueno, inquieto y donjuán en ciernes) y Sigrid (la eterna novia de Trueno que, lejos de esperar en el balcón que se precie la llegada de su amado, participa con ellos en diversas aventuras; gran carácter y singular destreza con la espada).

Las aventuras de este grupo pronto situaron al Capitán Trueno como el gran héroe para varias generaciones de niños que crecieron con él. Fue el cómic más vendido de la historia de España, con dos series que vendían 350.000 ejemplares a la semana, un millón cada mes. Éxito que tuvo un gran eco en forma de imitadores, que traspasó fronteras y que se vendió en varios países europeos e iberoamericanos, convirtiéndose en uno de los primeros productos culturales españoles “digno” de exportarse.

El éxito

Obviando la parte inexplicable de cualquier triunfo (y que algunos, empeñados en nombrar, llaman suerte), sí cabe el análisis de algunas cuestiones que nos ayuden a entender lo que sin duda es una de las referencias ineludibles en la cultura popular española de la segunda mitad del siglo XX. Y a este éxito, desconocido hasta entonces, va ligada la personalidad con la que se dotó al héroe. El Capitán Trueno es un hombre de acción y paradigma del altruismo solidario. Un caballero defensor de pueblos oprimidos, castigador de tiranos. Esta lucha constante por grandes ideales como la justicia, la libertad y la paz, a través de la aventura (y el tono cómico con que se contaba), ya es lo suficientemente atractivo, como para que miles de jóvenes devorasen las entregas semanales.

Que el aliento de la censura estuviera detrás de cada número, sin duda también sumó adeptos. Una censura, en pleno régimen franquista, obsesionada con la idea de ensalzar la victoria sobre el agnóstico y el ateo, y con propugnar los valores del catolicismo más ortodoxo. A pesar de situaciones ridículas con esta censura, con las que Trueno tuvo que claudicar, lo cierto es que supo mantener un discurso social y político en el que se transmiten mensajes que poco o nada coinciden con la ideología dominante y su gobierno.

Abrir las páginas del Capitán Trueno era asomarse al mundo, lo que, muy probablemente, también contribuyó al éxito del cómic. Un mundo que entraba en unas cuantas páginas (y miles de cabezas), en forma de referencias literarias, descripciones arquitectónicas y anacrónicas invenciones y técnicas. Llegamos así a tres universos temáticos e iconográficos del cómic español más popular; los tres espacios (literatura, arquitectura y técnica) objeto de análisis en la exposición que presenta el Círculo de Bellas Artes.

La exposición

El Capitán Trueno. Tras los pasos del héroe, compuesta por más de un centenar de dibujos (viñetas, cuadernillos, material autógrafo…) y ediciones completas originales, ofrece una lectura del cómic novedosa hasta ahora. Un primer estudio nos situará frente a las referencias literarias que se recogen en tantas páginas de la historieta. Literatura incrustada en las tramas que viven los personajes y que nos hace regresar a las sagas nórdicas, Las mil y una noches o la Epopeya de Gilgamesh.

“…las mitologías griega, egipcia o escandinava (tanto Eddas como sagas), la Epopeya de Gilgamesh, la moderna literatura de Verne, o el pathos romántico de Dumas, o de Scott, pero también de Kipling o de Doyle, de Poe, Grimm o Schiller, de London o de Stevenson, de Shakespeare, de Swift o de Carroll, de Melville, de Cervantes o Rabelais, de Conrad, de Salgari…, o la tragedia griega, o Platón, Las mil y una noches, El cantar de los nibelungos, Beowulf o el Libro de las maravillas de Marco Polo; también, y no de escasa importancia, la poco transitada hoy crónica de los descubrimientos, desde los diarios de Cristóbal Colón, cuya transmisión es atribuida a Fray Bartolomé de las Casas con el título Libro de la primera navegación y descubrimiento de las Indias, hasta los relatos de Gonzalo Fernández de Oviedo, Bernal Díaz del Castillo o Francisco López de Gómara14. Una imponente secuencia (y hay más) de hallazgos, estrenos e inauguraciones. Quizá muchos lectores, en su momento párvulos, comprobaran, con tiempo y el hábito (de la lectura) que ya habían visitado, siquiera por un instante, algunos meandros del gran río de la literatura”. (Patxi Lanceros).

EL CAPITÁN TRUENO.
TRAS LOS PASOS DE HÉROE
Sala Goya
10.10.16>29.01.16