unamunoSe ha inaugurado en la Biblioteca Nacional de España la exposición Yo Unamuno, coorganizada por la BNE y la Universidad de Salamanca.

La muestra, que se clausurará el 20 de septiembre, está compuesta por cuarenta cartas autógrafas de Miguel de Unamuno conservadas en la Biblioteca —unas treinta de ellas inéditas hasta hoy— y redescubre la personalidad polifacética y compleja del escritor, así como los hitos de una vida estrechamente vinculada a la historia de España: al hombre en su intimidad, con sus momentos de esperanza o de desaliento; a uno de los primeros intelectuales españoles cuya faceta política quedó oculta durante varias décadas tras su muerte; al escritor, ensayista y periodista que anhelaba distinguirse en todos los campos, mezclando los géneros.

En relación con esta exposición, se ha organizado una mesa redonda, Los manuscritos de Miguel de Unamuno en la Biblioteca Nacional de España: Ecos de una vida (el 11 a las siete de la tarde), presentada por Mariano Esteban de Vega, vicerrector de Ordenación Académica y Profesorado de la Universidad de Salamanca, y en la que los comisarios de la muestra, Colette y Jean-Claude Rabaté y María José Rucio Zamorano, explicarán los criterios que han guiado su selección a la hora de descubrir al hombre y al literato mediante sus manuscritos.

Entre las piezas mostradas en esta exposición, está De Fuerteventura a París: diario íntimo de confinamiento y destierro vertido en sonetos (1924- 1925), autógrafo con correcciones que abarca 117 hojas, y es el ejemplo emblemático de la conjunción entre escritura de confesión y creación literaria.

También se podrá contemplar un borrador autógrafo de El Otro, redactado en un cuaderno de colegial francés, así como un manuscrito de El pasado que vuelve, drama en tres actos mandado al editor alemán Haberer Helasco. El fragmento de un ensayo, así como una poesía autógrafa, permitirán dibujar los contornos de su ingente quehacer literario.

El título de la exposición condensa una frase de Unamuno a su amigo, el crítico literario Francisco Fernández Villegas, en noviembre de 1896: «Yo soy yo, como cada quisque, género aparte. Y mi progreso consiste en “unamunizarme” cada vez más». En este sentido, años después piensa llamar a su primer drama Yo, yo y yo, título que sustituirá luego por el de La Esfinge (1898).

Si bien estos ejemplos pueden dar pie a la fama de «ególatra» que se ganó pronto el autor, corresponden a un periodo crucial de su recorrido vital: son las palabras de un treintañero, catedrático de Griego en la Universidad de Salamanca, que goza de la tranquilidad de este viejo «ciudadón castellano», pero anhela cada vez más distinguirse de los demás y, sobre todo, hacerse un nombre en el mundo madrileño de las letras.

Con los años, la escritura del yo llega a ser el componente esencial de su obra y penetra en todos los espacios de la creación: novela, poesía, teatro, ensayo, artículos de prensa, en busca de otro yo, un lector, muchas veces ideal. Pero el lugar privilegiado del diálogo —o mejor del “monodiálogo” confesional— es la correspondencia privada en que puede desahogarse, confiarse a un interlocutor a la vez concreto y genérico, con la intuición y, posiblemente, con el secreto deseo de que algún día sus cartas sean leídas o expuestas.

Hasta el 20 de Septiembre
Los manuscritos de Unamuno en la BNE

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