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Primera gran retrospectiva de Raoul Dufy en el Museo Thyssen-Bornemisza

El Museo Thyssen-Bornemisza presenta del 17 de febrero al 17 de mayo de 2015 la primera gran retrospectiva de Raoul Dufy en Madrid desde la muestra celebrada en la Casa de las Alhajas en 1989. La exposición, que cuenta con la colaboración de la Comunidad de Madrid, ofrece una visión del conjunto de la trayectoria del artista francés a través de 93 piezas procedentes de colecciones privadas y museos como el Musée d´Art Moderne de la Ville de Paris, la National Gallery of Art de Washington, el Art Institute of Chicago, la Tate de Londres, y el préstamo excepcional de 36 obras del Centre Pompidou de París. Se trata de una selección de óleos principalmente, pero también dibujos y acuarelas, así como diseños en tela y cerámicas, realizados a lo largo de toda su extensa y prolífica carrera de algo más de medio siglo.

La obra de Raoul Dufy posee una complejidad que a menudo ha sido pasada por alto. Sus populares escenas de regatas y carreras de caballos hicieron que, ya a finales de la década de 1920, los críticos e historiadores se refiriesen a su pintura como nacida bajo el signo del placer. Sin obviar la innegable faceta hedonista de su obra, la presente exposición se distancia de esta interpretación para mostrar la lenta gestación de su lenguaje personal, su búsqueda constante de nuevas soluciones plásticas y, sobre todo, su faceta más introspectiva.

El comisario de la exposición, Juan Ángel López-Manzanares, conservador del Museo Thyssen Bornemisza, propone un recorrido que se organiza cronológicamente, siguiendo la evolución de su pintura en cuatro apartados: sus primeros pasos (Del impresionismo al fauvismo); la época en la que bajo la influencia de Cézanne su pintura se acerca al cubismo (Periodo constructivo); sus creaciones vinculadas a la estampación de tejidos y ornamentación de cerámicas (Decoraciones); y, por último, su etapa de madurez (La luz de los colores).

La exposición arranca con las bulliciosas escenas de muelles y mercados que Dufy pinta en Normandía, y también en Marsella y Martigues con motivo de un viaje al Midi en 1903. En 1905, abandona esta temática y va aclarando progresivamente su paleta y soltando su trazo para representar escenas de ocio captadas a plena luz del día. Aunque Dufy se reconoció heredero del impresionismo, pronto comprendió la necesidad de superarlo. Él mismo cuenta cómo mientras pintaba la playa de Sainte-Adresse advirtió la imposibilidad de capturar los continuos cambios de la luz: “ese método de calcar la naturaleza me llevaba hasta el infinito, hasta los meandros, hasta los detalles más menudos, los más fugaces. Y yo me quedaba fuera del cuadro”. Si Monet, Sisley o Pissarro habían intentado capturar en sus lienzos las impresiones de su retina, la nueva generación de artistas aspiraba a algo más que la mera satisfacción visual.

En el Salon des Independants de 1905, Dufy queda impactado por los cuadros de Matisse. Este descubrimiento provoca un cambio de rumbo en su obra: “… el realismo impresionista perdió para mí todo su encanto al contemplar el milagro de la imaginación introducida en el dibujo y el color. Comprendí de repente la nueva mecánica de la pintura”. Durante el verano de 1906, hace suyo el lenguaje fauve. En sus vistas de la playa de SainteAdresse, así como del puerto y de las calles de Le Havre engalanadas con banderas con ocasión de la fiesta del 14 de julio, Dufy abandona progresivamente la pincelada vibrante para fijar la luz en amplias zonas de color; la paleta es más intensa y las sombras negras han desaparecido, sustituidas por tonos azules y malvas. Ya no se trata de reproducir fielmente la realidad exterior, sino de crear una interpretación lírica de la naturaleza con la intención de despertar emociones a través del color.

Como muchos artistas de su época, Dufy se sintió profundamente conmovido por los cuadros de Paul Cézanne que pudo contemplar en el Salon d´Automne y en la galería Bernheim-Jeune de París en 1907. La impronta del maestro de Aix se aprecia en las líneas ortogonales y las formas simplificadas de Barcos y barcas, Martigues (1907-1908), así como en los lienzos que pintó en el verano de 1908 en L´Estaque, junto a Georges Braque, que muestran una acusada geometrización de las formas, un cromatismo restringido y el empleo de la pincelada constructiva cézanniana. No obstante, a diferencia de Braque, Dufy no avanza en la senda del cubismo, sino que ensaya su propio lenguaje al tiempo que recupera su anterior interés por el color como se aprecia en una de las obras más destacadas de este periodo La gran bañista (1914).

En este apartado se incluye por vez primera una selección de dibujos que Raoul Dufy realizó para el Bestiario o Cortejo de Orfeo de Apollinaire, considerado una de las primeras obras maestras dentro del género del libro de artista. Las ilustraciones que realiza para el libro son una combinación de motivos paganos y cristianos, inspirados en obras medievales y renacentistas, que contribuyen a descifrar el significado profundo de la poética de Apollinaire.

Dufy ya había destacado como grabador de madera en sus primeras xilografías de los años 1907-1908, técnica que a Apollinaire le parecía especialmente adecuada para acompañar a las cuartetas, quintillas y sextillas que compondrían el Bestiario, su primer libro de poesía. Con esta selección de dibujos del Centre Pompidou, el visitante podrá seguir el proceso -nada improvisado- de elaboración del libro, pero también acceder a la intimidad artística de un gran dibujante, con una admirable seguridad de trazo y facilidad decorativa.

Imágenes:
Raoul Dufy. La gran bañista, 1914. Préstamo excepcional de la Colección GDF SUEZ, en depósito en los Musées Royaux des Beaux-Arts, Bruselas / Naturaleza muerta con torre blanca, 1913-1947. Centre Pompidou, Musée national d’art moderne/Centre de création industrielle, París / Ventana abierta, Niza, 1928. The Art Institute of Chicago, Joseph Winterbotham Collection