expo-oruetaEl director general de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas, Jesús Prieto y la directora general de Acción Cultural Española AC/E, Elvira Marco, han presentado la exposición temporal «Esto me trae aquí. Ricardo de Orueta (1868 – 1939), en el frente del arte», que acoge el Museo Nacional de Escultura en Valladolid hasta el 8 de diciembre.

El Museo Nacional de Escultura albergará, desde el 17 de septiembre al 8 de diciembre, esta exposición, organizada conjuntamente por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a través del Museo Nacional de Escultura, Acción Cultural Española (AC/E), el Ayuntamiento de Málaga (Museo del Patrimonio Municipal) y la Residencia de Estudiantes para recordar, en el 75 aniversario de su fallecimiento, al que fuera uno de los artífices de la entrada de España en la modernidad y una figura imprescindible en el ámbito del arte y del patrimonio. La exposición ha sido comisariada por María Bolaños Atienza y Miguel Cabañas Bravo, y cuenta con la colaboración del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Ayuntamiento de Valladolid.

Esto me trae aquí. Ricardo de Orueta (1868-1939), en el frente del arte traza un recorrido por la biografía personal, intelectual y política de Orueta, una figura siempre omitida cuando se describe esa «fiesta de la inteligencia» que fue la Edad de Plata del primer tercio del siglo XX español. Olvido injusto, porque en vida, Orueta dio testimonio de una autoridad artística, una integridad moral y una modernidad como gestor cultural protector del patrimonio que le valieron un exten-dido aprecio público. El título de la exposición, Esto me trae aquí, resume su combativa deci- sión de poner a España a la cabeza de las naciones europeas en el respeto, la custodia y la concienciación del valor de su tesoro artístico.

Más de un centenar de piezas entre esculturas, libros, documentos personales, cartas, manuscritos, pinturas, conforman esta muestra que está dividida en tres bloques cronológicos.

Entre 1910, año en que llega a Madrid, y 1931, cuando ingresa en la política activa, le encontramos en los escenarios más interesantes, en los experimentos más renovadores, en los círculos más comprometidos.

Luego, al proclamarse la II República, pasa a formar parte de esa minoría gobernante de intelectuales que haría de la cultura el escaparate simbólico del nuevo Estado. En poco tiempo, y con una voluntad inquebrantable, pone en marcha medidas y proyectos ambiciosos y adelantados que hoy pasan por anónimos. Su legado es espectacular.

En 1939, en un clima ya de derrota, fallece en Madrid tras caer por unas escaleras en el antiguo Museo de Reproducciones. Su recuerdo, sus logros y hasta su nombre —la más cruel de las amnesias— fueron deliberadamente silenciados.

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