El Museo de Bellas Artes de Bilbao incorpora a su colección una obra destacada de Lucas Cranch “el Viejo”, uno de los pintores señalados de la historia del arte y reconocido protagonista, junto con Alberto Durero, del Renacimiento alemán. El museo ha adquirido la obra titulada Lucrecia (óleo sobre tabla. 50,8 x 35,8 cm) pintada en 1534 por Lucas Cranach el Viejo (Kronach, Alemania, 1472–Weimar, Alemania, 1553). Procede de una colección particular madrileña y su precio ha sido de 1.400.000 euros.

En los últimos años el museo perseguía una incorporación relevante para la colección de arte antiguo. Para situar la compra de esta obra autógrafa de Lucas Cranach el Viejo baste examinar otras dos adquisiciones recientes de obras de este pintor: en marzo de 2010 David y Betsabé (1534) se vendió por 5,3 millones de euros a un coleccionista privado en la feria de arte y antigüedades de la ciudad holandesa de Maastricht y en diciembre de ese mismo año el Museo del Louvre adquirió por 4 millones de euros Las tres Gracias (1531).

Viene, además, a enriquecer sustancialmente la representación de los pintores del Renacimiento del norte de Europa, que cuenta con ejemplos relevantes de primitivos flamencos y holandeses coetáneos al alemán Cranach, como La Sagrada Familia (c. 1525-1530) de Jan Gossart, Piedad al pie de la cruz (c. 1530) de Ambrosius Benson o Lamentación sobre Cristo muerto (primera mitad del siglo XVI) de Pieter Coecke, entre otros.

Lucas Cranach el Viejo (Kronach, Alemania, 1472–Weimar, Alemania, 1553)
Pintor y grabador, Lucas Cranach el Viejo es uno de los artistas señalados de la historia del arte y reconocido protagonista, junto con Alberto Durero, del Renacimiento alemán. Tomó el sobrenombre de la pequeña ciudad alemana de Kronach (Franconia), en donde nació y recibió, de manos de su padre, las primeras enseñanzas del oficio. Firme partidario de la Reforma protestante, fue amigo íntimo de Martín Lutero, para quien pintó obras religiosas de carácter didáctico y varios retratos. También creó su propio ideal de desnudo femenino, cuyo particular atractivo ha perdurado hasta nuestros días.

Se conoce poco de sus años tempranos, aunque está documentada su presencia en Viena hacia 1502. El ambiente surgido en esa ciudad en torno a la universidad ejerció gran influencia en Cranach, quien, a partir de entonces, asumiría los ideales humanistas. En 1505 se encontraba en Wittenberg, en donde permaneció hasta 1550 al ser nombrado pintor de corte por el elector Federico III. Allí, y siguiendo el modelo humanista, no sólo sirvió como pintor y grabador sino que también se ocupó de la organización del artesanado, de la supervisión de los proyectos arquitectónicos, del desarrollo de las ceremonias y de todo el ambiente estético relacionado con la corte. Como burgomaestre de la ciudad, fue también propietario de una librería y una farmacia, y emprendió diversos negocios que le proporcionaron prosperidad y una buena posición

En 1508 viajó en misión diplomática a los Países Bajos, a la corte del emperador Maximiliano. Desde ese momento se apreciará un cambio en su pintura, que resolverá las figuras mediante un suave modelado. A partir de 1520 su activo taller, en donde trabajaron sus dos hijos Hans y Lucas Cranach el Joven, comenzó a recibir numerosos encargos y, junto a los temas religiosos y los retratos, desarrolló una amplia producción de temas clásicos y mitológicos.

En los últimos años de su vida Cranach acompañó al exilio al elector Juan Federico I; primero a Augsburgo y más tarde a Weimar, en donde murió en 1553. Artista versátil y prolífico, Lucas Cranach el Viejo dejó gran cantidad de pinturas y grabados, y un taller que le sobrevivió y continuó creando versiones de sus obras décadas después de su muerte.
Lucrecia

Según la narración clásica de Tito Livio, recogida después por diversos historiadores y fuente de inspiración para numerosos escritores y pintores, Lucrecia fue una joven virtuosa, casada con un noble romano, pariente del rey Lucio Tarquinio el Soberbio. El hijo del rey, Sexto Tarquinio, se enamoró de su belleza y honestidad e intentó seducirla, pero al no conseguirlo, la violó. Lucrecia confesó la deshonra a su padre y a su esposo, a quines hizo jurar venganza poco antes de clavarse un cuchillo y quitarse la vida en su presencia. Fue su hermano, Lucius Junius, quien lavó la afrenta matando al culpable. Este hecho provocaría el fin de la monarquía romana y la posterior instauración de la república.

La Lucrecia del Museo de Bellas Artes de Bilbao
El Museo de Bellas Artes de Bilbao suma un óleo de Lucas Cranach el Viejo al reducido conjunto de obras originales de este autor conservadas en museos españoles: cinco pertenecen al Museo Thyssen-Bornemisza, tres al Museo del Prado, una al Museo Lázaro Galdiano, una al Museo de Bellas Artes de Sevilla y una al Museu Nacional d’Art de Catalunya. De ellas, únicamente en La ninfa de la fuente, de la colección Thyssen-Bornemisza, se representa un desnudo femenino, mientras que las demás son temas religiosos, retratos o paisajes. Apareció publicada por vez primera en el libro de Christian Zervos Nus de Lucas Cranach l’ancien, editado en París en 1950.

Lucrecia, fechada en 1534 y firmada con el anagrama del pintor (una serpiente alada), es un óleo sobre madera de haya de 50,8 x 35,8 cm, que ha pertenecido durante generaciones a una colección española. Se trata de la familia del marqués de Rafal, exiliado en Viena a comienzos del siglo XVIII por dirigir el levantamiento de Orihuela a favor del archiduque Carlos durante la Guerra de Sucesión (1701–1713). Amnistiado con la Paz de Utrecht, regresó desde su exilio trayendo la obra de Cranach a su palacio de Orihuela. Ya a finales del siglo XIX el cuadro fue trasladado a Madrid, en donde ha permanecido desde entonces salvo los años de la Guerra Civil, en que viajó a Figueras con los cuadros del Museo del Prado. Recientemente fue declarada bien inexportable por la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio Histórico Español, basándose en un informe emitido por el Museo del Prado.

El cuadro es una obra original autógrafa de Lucas Cranach el Viejo sin intervención de su taller. Recoge un tema profano –propio del fervor humanista de la corte y la aristocracia por los temas clásicos–, que sirve a Cranach como pretexto para pintar uno de los más bellos desnudos de toda su producción. Es uno de los temas predilectos del pintor, del que llegó a ejecutar, solo o con ayuda de su taller, más de sesenta versiones.
Recortada sobre un fondo oscuro aparece la figura femenina de Lucrecia, representada con la meticulosidad técnica característica del maestro alemán, semidesnuda y en tres cuartos. Le adornan el rico aderezo del cuello y el collar de eslabones que cuelga sobre el pecho, objetos propios de su nobleza, que, junto a la empuñadura de la daga que lleva en la mano derecha, muestran una elaborada ejecución en la representación del trabajo de orfebrería. Sin otros elementos decorativos ni paisaje al fondo, toda la atención se concentra en el personaje de Lucrecia y en la belleza pálida de su anatomía, que Cranach resalta por un potente haz de luz. A las cualidades táctiles de estos elementos se suman las del manto de terciopelo granate con el que se cubre parcialmente y otras mucho más sutiles, como las del cabello o el fino velo que sirve a Cranach para resaltar la sensualidad del desnudo y posicionar los brazos y las manos. El dibujo magistral, las formas redondeadas y el ritmo ondulante de la silueta con el que Cranach encaja la composición obligan a recorrer con la mirada toda la figura hasta detenerse en la belleza fascinante del rostro y en la expresión ensoñadora de la heroína a punto de morir. Todo ello hace de esta obra una de las más bellas, exquisitas y refinadas en la prolífica carrera de Lucas Cranach el Viejo.

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