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Antonio Mingote, una vida dedicada a arrancar una sonrisa

Deja de dibujar con 93 años.

Dibujante y escritor.

Decano del humor inteligente. Cronista de la historia contemporánea española. Sus dibujos son obras maestras de la ilustración.

Antonio Mingote, Ángel Antonio Julián Orson Dulce Nombre de María Mingote Barrachina,  bautizado con tan ilustre nombre ya apuntaba maneras y como no podía ser de otra forma Don Juan Carlos, Rey de España, le otrogó el título de Marqués de Daroca por  «La destacada, aguda y creativa trayectoria profesional de don Ángel Antonio Mingote Barrachina, como dibujante, escritor y académico, merece ser reconocida de manera especial, por lo que, queriendo demostrarle Mi Real aprecio, Vengo en otorgarle el título de Marqués de Daroca, para sí y sus sucesores, de acuerdo con la legislación nobiliaria española». Dado en Madrid, el 1 de diciembre de 2011.

Ha tenido momentos ilustres que han dejado huella en nuestra historia, desde Gente Menuda, a La Codorniz, pasando por las tertulias y el ABC…  Y entre dibujo y dibujo, recordamos el discurso de ingreso a la Real Academia Española de don Antonio Mingote el 20 de noviembre de 1988. (Elegido letra «r» el 22 de enero de 1987)

«SEÑORES ACADÉMICOS:

Permítanme que recuerde aquí ahora la frase del ilustre pensador americano Groucho Marx en trance de ingresar en determinado club: «Yo no puedo entrar en un lugar en donde se admite a individuos como yo.» Frase que encierra un no disimulado orgullo y denuncia el inmejorable concepto que como influyente indeseable tenía Groucho de sí mismo.

Más modesto que él, yo comprendo que el prestigio de esta institución en la que hoy me presento es tan grande que puede tolerar sin la menor convulsión la entrada de un tipo como yo, insignificante y sin la menor capacidad de perturbar y menos de menguar su grandeza.

No voy a cometer la grosería de decir que no merezco este nombramiento, lo que sería tanto como calificar a quienes me han elegido de irresponsables y frívolos. Por el contrario, el gran respeto y alta consideración en que les tengo me impide pensar que la elección haya sido disparatada o arbitraria. Así que, por mucho que yo no alcance a ver mis méritos, supongo que alguien ha descubierto en mí al menos una cierta capacidad para la colaboración. Pues bien, vengo dispuesto a prestar esta colaboración con entusiasmo, convencido de que si bien la Academia no padecerá con mi presencia, yo en vuestra compañía, y tal vez abusivamente, me enalteceré.

Según la costumbre establecida, yo tendría que hacer un elogio de mi antecesor en el sillón. Pero sucede que, al ser el mío de nueva creación, no tengo antecesor que recordar. Esto me permite traer aquí la memoria de tantos escritores que merecieron el honor de la Academia y no lo alcanzaron, no por olvido o torpeza de nadie, ni por mala voluntad: simplemente porque no había bastantes sillones. Podría citar ahora mismo a más de treinta; no lo hago porque con toda seguridad luego lamentaría haberme olvidado de otros tantos.

Pero sí quisiera, si me lo permitís, dedicar mi discurso a alguien que bien pudo haber sido mi antecesor en el sillón, un escritor que significó apertura, renovación, originalidad en las letras españolas, que abrió tantos caminos é influyó en tantos escritores, incluso en algunos que no lo saben: me refiero a Ramón Gómez de la Serna. RAMON, como a él le gustaba ser llamado, fue también mentor, amigo y contertulio de los humoristas de la otra generación del 27 —así llajada por José López Rubio, que es uno de ellos—, y de RAMON aprendieron el humor surrealista, en mi opinión el más rico y menos perecedero de los surrealismos. Y de esos humoristas seguidores de RAMON descendemos casi todos los que nos dedicamos a este oficio estrafalario del humor en la Prensa.

Dejadme pues que empiece esta perorata con el recuerdo y homenaje al escritor de quien este año se cumple precisamente el centenario, quien si no ocupó el sillón de la Academia antes que yo fue debido al incordiante formalismo de ser poco la r minúscula para un ingenio que escribía mayúscula no sólo la inicial, sino todas las letras de su nombre.» (leer texto íntegro…)

Y para los que no deseen leer el texto completo sólo recordar el final del discurso de ingreso en la Real Academia:

«Es muy probable que algunos no estén de acuerdo con mi tesis y se dispongan a demostrarme que no tengo razón. Ruego que se contengan, por favor. Al menos, por el momento. Déjenme un poco más de tiempo con ésa, una de las pocas ilusiones que me quedan.»

Antonio Mingote nace en Sitges (Barcelona), 17 de enero de 1919. Muere el 3 de abril de 2012 en Madrid.

Mingote…

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