El siglo de la creación de las grandes pinacotecas públicas nacionales comenzó en Polonia con un acontecimiento atípico. Casi dos décadas antes de que la iniciativa de una soberana consorte española para ubicar las colecciones reales diese origen al Museo del Prado, a varios miles de kilómetros, la princesa Czartoryska ordenaba construir un refinado pabellón. En Pulway, cerca de Varsovia, en un lugar privilegiado de los jardines que había diseñado el paisajista inglés James Philip Savage, se alzó el Templo de Sibila, que a partir de 1801 ofreció en su interior, como si de reliquias se tratase, un valioso conjunto de recuerdos de la historia polaca. El país trágico, ya sin estado, el reino sufriente que en menos de cinco lustros se habían repartido Austria, Prusia y Rusia, las tres potencias limítrofes. Joyas, pequeños retratos de monarcas, escudos, espadas, estandartes. Aunque desde el último tercio del siglo XVIII hubo proyectos de abrir museos polacos al público, la princesa Czartoryski fue la primera que lo hizo de verdad. Y se ganó con justicia ser símbolo del papel de mecenazgo de la nobleza en una parte de Europa en tiempos en que las dificultades políticas no permitieron articular un sistema de difusión cultural, ni siquiera rudimentario. Su figura y la de su familia protagonizan buena parte de la muestra “Polonia. Tesoros y colecciones artísticas”, que hasta septiembre permite acercarse, en las salas de exposiciones temporales del Palacio Real de Madrid, a lo mejor del arte polaco entre la Edad media y el XIX.

A un atractivo retrato de aquella dama dedicamos nuestra atención. Conozcámosla primero. Izabela, hija del Conde Jerzy Detloff Fleming, nació en1745. Alos dieciséis años contrajo matrimonio con el mayor terrateniente del reino, un Czartoryski. Aquellos príncipes tuvieron la costumbre de llamarse Adam, añadiendo a continuación otro nombre para facilitar el trabajo de los genealogistas. El actual príncipe, hijo de S.A.R.la Infanta Doña Dolores de Borbón-Dos Sicilias y por tanto primo carnal de S.M. el Rey Don Juan Carlos, explicó a los medios de comunicación en una amena intervención la historia del mecenazgo en su familia durante la rueda de prensa de presentación de la exposición, nació en Sevilla y se llama Adam Carol. El Czartoryski que tuvo como consorte a la retratada y promotora del primigenio museo de las artes fue Adam Kazimierz. Éste debió acostumbrarse al afán viajero de su consorte. En 1772, Izabela conoció en París nada más y nada menos que a Benjamín Franklin y a los filósofos Voltaire y Rousseau. Pero la aventura que más nos interesa es la que dejó como recuerdo un óleo sobre lienzo obra de Maria Cosway. En 1790, durante una gira europea con su hijo Adam, Adam… Jerzy, ambos hicieron escala en Londres, donde trabaron amistad con Richard Cosway, que ya había sido nombrado primer pintor del Príncipe de Gales. El futuro Jorge IV no sólo contaba con sus pinceles, sino con sus acertados consejos para la adquisición de obras de arte. Izabela visitó muchas galerías con el matrimonio y se empapó de un buen gusto que trasladó a su propio acervo estético. Y con su propia imagen en un cuadro, el retrato de una mujer hecho por otra mujer, se llevó a Polonia un pedazo del romanticismo inglés. Y otras piezas, como una silla que había pertenecido a Shakespeare.

María Cosway, nacida Hadfield, era inglesa, pero había venido al mundo en Florencia. Una gran ventaja que la autora del cuadro acrecentó al estudiar arte en la capital de la Toscana. Al pintar a la princesa se decidió por hacerlo de cuerpo entero. Por cierto, co0mo gustaba a las últimas generaciones de pintores polacos. Es indudable que fue ella quien escogió, o al menos sugirió, el atuendo para su modelo, porque aunque ese vestido suelto y vaporoso, de cuello alto, fuese la elección inicial de Izabela, la larga levita oscura que llega hasta el suelo recuerda claramente los usos británicos. Pero el turbante casi deshecho es un calco de los empleados en los retratos que Richard Cosway hizo con frecuencia de su esposa, dato del que informa Dorota Dec en la ficha de la pieza del catálogo de la muestra. El carácter intimista de la pieza se subraya con el murete en el que la dama apoya delicadamente los dedos de su mano derecha, como si los depositara suavemente sobre un piano, mientras sostiene la izquierda en la cadera, así como la presencia la fiel mascota que la acompañaba en sus viajes, que observa al pintor. Ese murete que nace a la entrada de lo que parece ser una terraza proporciona un punto de partida al ambiente brumoso, etéreo, casi filosófico, que constituye el fondo del lienzo. La masa arbórea ¿esta realmente formada por hojas?, ¿son los pensamientos de una dama, retratada con clara benevolencia? Realizado en 1790, el rostro idealizado de una mujer ya madura, al borde de la candidez, esboza una sonrisa de ausencias. Es cierto que aparenta menor edad, casi minoría de edad, por los rizos de su cabello, que pugnan, como su cuello, por abrirse paso. Sus ojos son esferas de nostalgia. La expresión de la princesa no es la de un retrato oficial, sino psicológico. No puede ocultar que los dos collares que luce le atan a un destino, como la banda azul que ciñe su cintura con flecos dorados.  El cielo añade la impresión de que está suspendida en la ingravidez, como la condesa de Chinchón que Goya recogerá diez años después. Ambas al albur de un una vida diferente, pero inmersa en el romanticismo.

Andrés Merino Thomas

 

A mano alzada /// La obsesión de la institución organizadora por parte española de centrar la difusión de la exposición en nuestro país en una única obra, “La dama del armiño”, de Leonardo da Vinci –regalo precisamente, del príncipe Adam Jerzy a su madre, la protagonista del cuadro, hacia 1800- ha desorientado sin duda al público, que en su mayor parte ha tardado en constatar la presencia de obras de Rembrandt, Lucas Cranach, van Leyden, Wessel o François Clouet. Por primera vez, desde Patrimonio Nacional no se ha facilitado a los periodistas el material de prensa completo, necesario para la realización de labores informativas sobre sus actividades.

 

“Retrato de Izabela Czartoryska” (1790)
Maria Cosway (1759-1838)
Óleo sobre lienzo (83 x 42 cm)
Fundación Príncipes Czartoryski, depósito en el Museo Nacional de Cracovia
 
Exposición: “Polonia. Tesoros y colecciones artísticas
Organiza: Patrimonio Nacional
Colaboran: Acción Cultural Española (AC/E), Ministerio de Cultura de Polonia y Museo Nacional de Cracovia
Sede: Palacio Real de Madrid (Salas de Exposiciones Temporales)
Comisaria: Beata Biedronska-Slota
Madrid, 3 de junio a 4 de septiembre de 2011
www.patrimonionacional.es

 

 

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