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Peñafiel y el arte de abdicar

Unas semanas después del previsible eco mediático que el último libro de Jaime Peñafiel provocó con sus correspondientes auto-fuegos artificiales televisivos, merece la pena parar unos momentos a reflexionar sobre el contenido real de sus páginas.  Sobre el continente de “El Rey no abdica”, baste una sincera felicitación a La Esfera de los Libros por volver a acertar con una de sus acostumbradas apuestas sobre seguro. No es poco en los tiempos editoriales que corren. Nadie tiene que ser tan retorcido como para pensar que todo aquél que haya adquirido el volumen comience su lectura y –la clave- llegue hasta su última página, pues su autor tiene un poco frecuente rasgo literario: escribe exactamente igual a como habla. Al leer cada frase de este nuevo ensayo de uno de los periodistas más singulares del panorama mediático de nuestro país, es difícil no tener presente su imagen apasionada, militante, gesticulante, inmoderada. Es difícil redactar objetivamente la crítica de un libro de quien se proclama como “especialista en Casas Reales que ha “asistido” (sic) a más de cuarenta bodas de reyes y príncipes”, cuando éste tacha a la mayoría de sus compañeros, que por lo visto sólo pudieron acreditarse como redactores o gráficos, como cortesanos.

Como en ensayos anteriores, Peñafiel ha vuelto a refundir decenas de sus columnas y artículos en medios de comunicación. La veteranía de un periodista debería ser siempre ventaja, pero no puede constituirse en propia fuente cuando la acumulación de erratas en fechas y errores en datos históricos proporciona una imagen de conjunto defectuosa e insuficiente para el tema a tratar. Ciertamente aclara la distinción entre abdicación y renuncia como institución jurídico-histórica en las dinastías regias, pero en los demás capítulos confunde el término casi una decena de veces. Pretende presentar un catálogo exhaustivo de ejemplos históricos de finalizaciones atípicas de reinados en la Europa del siglo XX, ignorando algunas de relieve, como las de la Familia Imperial rusa (el zar Nicolás también abdicó) o pasando de puntillas otras sobre las que está claro que no ha querido o podido documentarse, muestra una vez más sus incursiones poco afortunadas en el campo de la historiografía. El problema es que, como divulgador, el efecto es igualmente negativo: promete panoramas exhaustivos y acabamos con miradas a patios de caballerizas. De palacio, pero patios. A pesar de seguir recogiendo en sus libros obsesiones cansinas sobre nuestra actual Princesa de Asturias, de continuar estirando hasta la extenuación sus encuentros con las reinas Victoria Eugenia, Noor y la emperatriz Farah (de las dos últimas, corta y pega de decenas de páginas de sus entrevistas en Hola), Peñafiel atisba algún aspecto de interés, aún desperdiciándolo. Nos referimos a disfunciones jurídicas de los actuales sistemas constitucionales europeos, como la regulación concreta de los actos de renuncia y abdicación, que durante el siglo pasado generaron no poca confusión en el seno de dinastías regias. Ni siquiera ha acudido a la Constitución de 1978 para recordar que en nuestro país el tema queda ya sometido a una ley orgánica (para evitar, por ejemplo, los equívocos que planteó en su momento la renuncia del Infante Don Jaime, hijo de Alfonso XIII). 

Sin acritud. Alguien ha decidido que Jaime Peñafiel haya pasado a formar parte del paisaje. Se le tiene hasta temor. Su historia es la de un reportero que fue somatizando de tal forma la institución a la que ha dedicó buena parte de la primera mitad de su vida laboral, que hace años perdió de vista a otros ansonianos alabarderos de las etiquetas de pureza palatina en un divertido sprint final. Pasó a tertuliano y comenzó el más extraordinario proceso de transformación freudiano que pueda hoy contemplarse en los medios de comunicación españoles. Jaime Peñafiel no es el guardián de las esencias de la corona. Para muchos, ha pasado a ser la misma Corona. He ahí es el auténtico problema.

Andrés Merino Thomas

 

“El Rey no abdica”

Jaime Peñafiel

Madrid, La Esfera de los Libros, 273 pág.

ISBN: 978–84–9734–330–5