José F. Estévez

La muerte sorprendió a Enrique Ochoa pintando. Se cayó de un andamio cuando preparaba un lienzo de grandes dimensiones en su estudio-taller de la calle de Apuntadores 13 de Palma de Mallorca. Corría el año 1978 y el maestro había cumplido 87 años. En su larga agonía de más de tres meses en el hospital de la Cruz Roja le acompañamos algunos allegados. Su hijo Pepe, Isabel su nuera, su querida Irma Krauss y sus nietos.

Ante lo inevitable, los que le conocimos sabíamos ya entonces que mirando por el retrovisor a la vida, Ochoa fijaba su mirada en el Puerto de Santa María.

Había recibido pocos años antes en vida (1975) un honor raramente disfrutado por un artista vivo. El Ayuntamiento de su ciudad natal le honraba con una calle que llevaría su nombre. Eso sí, no sin que antes Ochoa desafiara la decisión municipal solicitando ese mismo honor para Rafael Alberti su paisano que se hallaba en el exilio.

Ochoa, considerado uno de los mejores ilustradores del siglo XX, no lo tuvo fácil. Huérfano de padre y madre, y tras dejar como cadete la Academia militar de Toledo, prefirió los pinceles a las armas.

El Puerto le dio su primera oportunidad. El 1 de octubre de 1910 fue nombrado profesor de modelado de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia. El 2 de abril de 1911 Enrique Estévez Ochoa- entonces firmaba con los dos apellidos – participó en la exposición de Bellas Artes de Sevilla, en la casa Lonja, con un óleo titulado “impresión”.

A finales de 1914 se  trasladó a Madrid donde tuvo lugar su primera exposición individual en el salón de turismo hispanoamericano. Así queda atestiguado por el diario madrileño “La Mañana”, y por la reseña de la Revista Portuense el 1 de diciembre de 1914.

Es difícil comprender la obra de Ochoa sin entender su clave poética. Su vida interior se refleja en sus lienzos con una estética plena de simbolismo. Ochoa en este periodo de entre guerras tiene en un claro influjo modernista tardío,  pero su relación con los poetas ultraístas y de otros “ismos” del momento de cambio artístico hará de él un precursor de las vanguardias.

Ochoa ilustró las obras completas de Rubén Darío, nada menos que veintidós volúmenes, entre 1917 y 1920.”Aunque sólo hubiera realizado esta obra -dice Juan Manuel Bonet –ya tendría garantizado un lugar en la historia del libro”.

Cabe destacar sus numerosas ilustraciones de Revistas como en “Blanco y Negro” de la editorial de Prensa Española editora del diario ABC desde 1916 hasta 1931 que suman 159 obras, así como sus numerosas ilustraciones en “la Esfera”,  “Nuevo Mundo”,” La ilustración Española y Americana”,” Lecturas” y la revista “ Selecciones”.

Ochoa fue además un gran ilustrador de libros. Se le cuentan más de trecientos títulos , por recordar sólo algunas de las colecciones para las que trabajó citaremos : “la novela de hoy”, “ la novela de noche”, “ la novela de aventuras”” la novela libre”,” la novela roja”,” la novela pasional, “ el hampa moderna” , “los grandes hechos de los grandes hombres”, entre otras.

El movimiento de vanguardia, envolvió al joven Ochoa en Madrid desde finales de 1914 hasta 1921. Compartiría piso con el célebre caricaturista republicano Luis Bagaria.

De la mano del importante crítico e intelectual José Francés se introdujo en los círculos intelectuales y  en las tertulias en boga en aquel  momento como la del “Café nueva España”.

Desde su prerrafaelismo inicial, Ochoa asumió el reto estético de la vanguardias y se sumergió en él de la mano de sus amigos poetas y escritores ultraístas, surrealistas, dadaístas y de otros” ismos” como Rafael Lasso de la Vega, Antonio de Hoyos y Vinent, aristócrata y anarquista a la vez, y uno de los primeros poetas que se declaró abiertamente homosexual, quien comparaba a Ochoa con Gustave Moreau y evocaba “sus portentosas mujeres que siendo carne, son marfil y alabastro”.

Señala Juan Manuel Bonet en su trabajo, “el arte y la novela de Enrique Ochoa “para la exposición de Ochoa en Espacio para el arte de Aranjuez patrocinada en 2009 por Caja Madrid, “lo que está claro es que hay un tipo de mujer Ochoa, como hay un tipo de mujer Julio Romero de Torres, o un tipo de de mujer Rafael Penagos.”

Otros de su círculo fueron Pepito Zamora, su amigo el poeta ultraísta Evaristo Correa Calderón a quien inmortalizó en un excelente retrato,y Ramón Gómez de la Serna En 1928 Ochoa dibujaría la cubierta de la “La roja” una de las novelas cortas del inventor de la greguería.

Para “Mundo Latino”, Ochoa ilustró las obras completas de Paul Verlaine, que aparecieron entre 1921 y 1926. En esos años, entre 1928 y 1931 hizo estancias prolongadas en Paris, donde conoció a Picasso.

La inquietud artística de Ochoa le llevó por los caminos de la experimentación. Libre y sin ataduras de ningún género. No tenía marchante. Ni galería fija que le impusiera una temática u estilo predefinido. Así iniciaría una ruptura y evolución desde el prerrafaelismo y “art decó” de sus orígenes y se va sumergiendo en un simbolismo abstracto de creación de las “imágenes internas”. En una lujosa monografía para la época escrita por el vanguardista catalán  José María Sucre,  este llama a Ochoa “Turner de lo psíquico y plástico Saint-Pol Roux”.

A partir de los años cuarenta Ochoa experimentará con la paleta de colores, y la sinestesia musical de la abstracción plástica, intensificando el gesto con la espátula, hasta el punto que Elena Flores diría de él que fue uno de los precursores de la escuela del gestualismo americano. Muchas veces a medio camino entre la figuración y la abstracción, como se observa en la pintura “el ángel rosa de la pasión de San Mateo (Bach) fechado en 1944.  Muestra en esta exposición de la mencionada evolución es la “metamorfosis de Dafne”. Precedente del gestualismo y la abstracción del “action painting” de Pollock o de Kooning.

Señala Almudena Baeza en el diario el Mundo en enero del 2009 que “explorar las pinturas de los años 50 de Ochoa, es reencontrarse con el feísmo informalista del grupo el Paso. Así descubrimos que la paleta terrosa, la pincelada enmarañada y churretosa y la composición centralizada no son patrimonio exclusivo de Rafael Canogar o Juana Francés.”

En 1949 Ochoa embarca en Cádiz con destino a Buenos Aires. Tenía el encargo de entregar a la esposa del Presidente de la Argentina, Eva Perón, un cuadro que la hermandad de la Macarena de Sevilla, le había encomendado pintar. Se trataba de un tríptico de la “Anunciación”. Eva Duarte de Perón quedó tan complacida que quiso corresponder a la hermandad Sevillana, y para ello encargó a Ochoa que pintase un cuadro de “Nuestra señora venerada Virgen de Luján”, Patrona de la Argentina y regalársela a la hermandad de la Macarena.

El maestro se encargaría personalmente de transportar el cuadro consigo desde Buenos Aires hasta Sevilla. Y este es el cuadro que hoy tenemos el placer de contemplar en la exposición homenaje a Ochoa que se celebra en el Puerto. Hay que agradecer la gentileza de la hermandad de la Macarena de permitir la exhibición de tan valioso cuadro histórico y su cesión temporal para esta muestra.

Ochoa descansa eternamente en el nicho del cementerio católico que le cedió por acuerdo municipal el Puerto de Santa María por deseo propio y esfuerzo personal y económico de su hijo Pepe quien así lo dispuso en cumplimiento de la última voluntad de su padre.

Enrique Ochoa legó al Puerto de Santa María en1951 gran parte de la colección de obras que hoy se exhiben en esta exposición. El Ayuntamiento de la ciudad y la Real Academia de Bellas Artes han sido legatarias de un legado artístico de incalculable valor. Deseamos y esperamos de ambas Instituciones que conserven dicho legado y ubiquen las obras que lo componen en el emplazamiento idóneo que merecen para que sean apreciadas y disfrutadas por todos los portuenses de la presente y futuras generaciones.

Asimismo hay que agradecer la iniciativa de la Academia de Bellas Artes de Santa Cecilia, al Excmo. Ayuntamiento del Puerto de Santa María y a la Junta de Andalucía, el patrocinio y esfuerzo para la celebración de esta exposición Ochoa, cuando este año se cumplen 100 años desde su nombramiento como profesor de la Real Academia.

También queremos mostrar nuestro agradecimiento a los coleccionistas particulares que han prestado sus obras para esta muestra, a la familia Osborne y a la familia López Esteras.

Estamos convencidos de que el esfuerzo de recordar y divulgar la obra del genial pintor Portuense entre sus paisanos enriquece el patrimonio y la vida cultural de la bella ciudad gaditana.

Ochoa ha dejado un importante legado a su tierra y ha pasado a la historia del arte como uno de los grandes ilustradores del siglo XX y como un innovador y un precursor de las tendencias gestualistas de final de siglo. Su inmensa creatividad sigue aún hoy siendo redescubierta.

Texto:

José Francisco Estévez (Madrid 1958) cursó estudios de Derecho en la Universidad San Pablo CEU y de Filología Hispánica en la UCM .Postgrado por el IESE de la Universidad de Navarra. Es abogado socio del Despacho Cremades&Calvo-Sotelo. Nieto del pintor Enrique Ochoa  y comisario de varias exposiciones, como Enrique Ochoa “La sombra de Chopin en Valldemossa” Mallorca 2008 y  “Enrique Ochoa, el pintor de la música” Espacio para el arte de Caja Madrid, Aranjuez 2009.

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