El atractivo de la exposición es un catálogo razonado y 37 obras del Greco junto a otras 10 de sus seguidores o su entorno

Del 4 de diciembre al 10 de febrero de 2008

María Jesús Burgueño

Este primer catálogo razonado de «El Greco» ha sido escrito íntegramente por personal del museo del Prado. Es la primera vez que se reúnen la totalidad de los fondos del cretense y su entorno que atesora este museo, la mejor y mayor representación del artista que se conserva reunida en el mundo.

La muestra incluye algunas obras no expuestas normalmente en el Prado, como San Bernardino, obra maestra depositada en la Casa Museo del Greco en Toledo desde 1910. Esta magnífica obra abre la exposición de una de las mejores muestras que el Museo dedica a uno de los grandes maestros de la pintura.

La génesis de la primera exposición dedicada al Greco viene de la mano del pintor José Villegas, director del Museo en 1901. Bajo su mandato se llevaron a cabo las primeras exposiciones temporales. En diciembre del mismo año Azorín escribía “Hoy Theotocopuli, definitivamente admitido a la admiración, es un insigne artista, inaugurador de la serena y firme escuela castellana” y reclamaba una sala para el artista. La sala tardaría unos años más, pero en 1902 el Museo presentó la “Exposición de las obras de Domenicos Theotocopuli Llamado el Greco”. Un siglo después, el Prado vuelve a reunir la colección del maestro cretense para presentar el primer libro de colección de una serie que pretende sea anual.

“Se trata de la primera publicación, realizada por un conservador del Prado y dedicado a una colección pictórica, desde los años setenta, y es una prueba significativa del lugar que el artista ocupa en nuestra pinacoteca”, comenta Miguel Zugaza, director del Museo del Prado. La muestra comienza con el magnífico cuadro de San Bernardino de Siena que desde diciembre de 1910 está depositado en la Casa Museo del Greco en Toledo y que se podrá ver en el Prado hasta que terminen las obras que se están realizando en el Museo de Toledo.

“Castilla-La Mancha ha sido tierra de artistas. Por ella han pasado Alberto Sánchez, Benjamín Palencia, Canogar, Torner…, artistas castellano-manchegos que han dejado su huella”, comenta Martín Molina, director de la Obra Social de Caja Castilla-La Mancha, entidad que patrocina la exposición. “A estos pintores hay que unir la figura de el Greco y lo que supone para la ciudad de Toledo, lugar y referente de muchos artistas, y lugar de encuentro con el Greco”.

“Comienza una nueva etapa de una serie de publicaciones, explica Gabriele Finaldi, director adjunto de Conservación del Museo. Prácticamente todo lo que sabemos del Greco en el Prado lo recogemos en este catálogo. Es el primer volumen de colección escrito íntegramente por personal conservador del museo”. Finaldi asegura que con esta publicación “cubrimos la necesidad de aquellos que aman la pintura española y del Greco. En esta publicación aparecen datos de la historia, del desarrollo de la pintura,… datos sobre las obras, como por ejemplo sus restauraciones, quién las ha realizado, etc. Pretendemos publicar un volumen cada año, para finales de 2008 editaremos otro sobre la pintura holandesa”.

“Esta es una exposición para un catálogo, y no al revés como suele ser habitual” comenta Leticia Ruiz, jefa del Departamento de Pintura Española del Renacimiento del Prado, autora del catálogo y comisaria de la exposición.” La exposición incluye 37 obras autógrafas del Greco junto a otras 10 de sus seguidores o su entorno. La exposición proporciona un recorrido similar al que se refleja en el catálogo. “El libro recoge desde las primeras pinturas de retratos, el conjunto que procedía de las colecciones reales, continuando por las obras religiosas que llegaron al museo procedentes del Museo de la Trinidad, hasta los que corresponden a época más reciente, procedentes de donaciones, legados y compras. La colección del Prado es la más importante que puede tener una institución y sus obras están analizadas en el catálogo. En él aparecen incluida la propia vida de cada una de las obras en el museo y la vida material, es decir sus restauraciones, conservación,…”

La exposición
La exposición nos recibe con la magnífica obra de San Bernardino de Siena que el Greco pintó en 1603. El Santo italiano nos invita a descubrir las claves de la pintura del genial cretense. En este lienzo, apuntaba Camón Aznar en 1950, “la impresión dominadora es de la altura alucinante con que se levanta San Bernardino. En esta época el Greco concibe la santidad como elevación y alargamiento corporales, que la sitúa fuera de las medidas normales de la naturaleza. Este santo une con su cuerpo el cielo y la tierra…”. Fue pintado para el Colegio de San Bernardino en Toledo. En 1902 pasó a las colecciones del Museo del Prado. Ahora permanecerá en el Prado hasta que terminen las obras de la Casa Museo del Greco en Toledo, donde está depositado desde diciembre de 1910. La primera vez que se restauró fue en 1981 por Rocío Dávila. Se puede observar la sublime fragilidad de la obra, un mantelillo sin forrar conserva una finísima capa pictórica bien adherida, una obra maestra casi en estado puro.

Tras San Bernardino comienza la exposición con las primeras obras del Greco que se expusieron en el Museo, las procedentes de la colección real. Se trata de una galería de retratos, entre los que figuran hitos tan representativos como El caballero de la mano en el pecho, que le otorgaron durante buena parte del siglo XIX una notable fama como retratista del caballero español.

El hombre de la vieja Castilla de honor, noble español y profundo sentido religioso. Así lo hace saber el Greco cubriendo de ropaje oscuro, donde destaca la gorguera sumamente plegada y alechugada de encaje blanco, un medallón que asoma tímidamente, como también lo hace la rica empuñadura de una espada de lazo y en el centro del lienzo una mano sobre el corazón del caballero recalca el sentido religioso del retratado.

Una enigmática figura que ha llevado muchos nombres comenzando por haberse atribuido como autorretrato del Greco, pasó como retrato de Juan de Silva de Ribera; también se dijo que podía ser un retrato del secretario de Felipe II, Antonio Pérez; Podía ser que se tratase del Conde de Benavente, o incluso algunos vieron en él al autor del Quijote, Don Miguel de Cervantes… Estaría bien saber quién es el personaje pero quedémonos con la imagen magistral del caballero español del siglo XVI.

Otra obra emblemática que se muestra en la exposición es La Trinidad, pintada para el retablo de Santo Domingo de Toledo, una de las grandes obras maestras del artista y la primera pintura religiosa con que contó el Prado.

En un primer plano aparece el cuerpo sin vida de Cristo que resucita a la vida en los brazos de Dios Padre y sobre ellos el Espíritu Santo en forma de paloma destaca sobre el dorado amarillo. En esta obra el Greco plasma por primera vez la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo). Este lienzo, realizado entre 1577 y 1579, coronaba el retablo mayor de la iglesia de Santo Domingo el Antiguo en Toledo. En 1831 Valeriano Salvatierra adquiere la pintura y se la ofrece a Fernando VII quién la adquiere para el Prado. Aunque la obra fue comprada como pintura vinculada a la escuela española, se colgó la obra en la escalera de Bajada a varias escuelas, pasando en el último cuarto de siglo XIX a la sala de italianos. Es en 1910 cuando aparece nuevamente dentro de los maestros españoles.

Este origen de la colección del Museo describe también la fortuna crítica del pintor. Hasta 1872 tenía una absoluta prevalencia la imagen del Greco retratista que ofrecía el Prado pero, gracias a la incorporación en 1872 de las 15 composiciones del artista procedentes de los fondos del Museo de la Trinidad, el Greco comenzó a ser cada vez más valorado por sus escenas religiosas, entre las que cabe destacar La Anunciación del retablo de Doña María de Aragón, el único encargo que tuvo en Madrid y protagonista del segundo ámbito de la muestra.

El cuarto espacio de la muestra está dedicado a los generosos legados y donaciones que entre 1915 y 1962 aportaron al Prado otras importantes obras del pintor, como el San Sebastián, donación de la Marquesa de Casa Riera en 1959, o las dos excepcionales esculturas de Epimeteo y Pandora, donadas por la viuda del Conde de las Infantas en 1962. Sus donaciones supusieron un gesto de enorme generosidad ya que en el momento de las mismas el Greco ya era sumamente valorado. Había pasado de ser un artista considerado secundario dentro de la escuela italiana en la época de la fundación del Prado, en 1819, a tener un reconocimiento total en el siglo XX.

La quinta y última sala reúne las obras compradas por el propio Museo o el Estado, y que han servido no sólo para añadir obras tan emblemáticas como La Adoración de los pastores que el Greco realizó para su sepultura, sino para mejorar algunos aspectos de su producción que no estaban representados, o lo están escasamente, en la institución, como las series de apóstoles, la producción no religiosa del cretense a través del magnífico lienzo Fábula, o la etapa italiana.

La última de las adquisiciones, La Huida a Egipto, ingresó en el Prado tras ser adquirida por el Estado español en Christie´s de Londres el 13 de diciembre de 2000. Se trata de una pequeña tabla que destaca frente a los grandes lienzos que se muestran en la exposición. En ella se pueden distinguir varios puntos importantes. Por un lado el paisaje donde el maestro muestra el manejo tanto de la técnica como de los recursos expresivos de la pintura veneciana del siglo XVI. María y el Niño se muestran con los colores rojos y azules propios, en posición coloquial con el entorno, la Madre está preocupada ante la situación y el Niño observa a San José. Las figuras que llaman la atención del observador son el asno y la del anciano San José que quiere que el animal cruce el puente, situación que el Greco ejecuta como si de un juego se tratara, y muestra a las dos figuras ejerciendo cada una de ellas la fuerza en dirección contraria.

Fábula, es la imagen de la portada del catálogo razonado, representa el centro de luz concentrado en el tizón encendido que sostiene el adolescente mientras sopla para atizar el fuego. A sus lados aparecen dos figuras un hombre y en el lado derecho del joven un mono. Sobre la imagen del adolescente algunos han querido ver la imagen femenina de una joven recordando el refrán español: “El hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla”. Lo cierto es que no existe unanimidad sobre el significado de esta obra.

Se conocen otras dos versiones semejantes a la del Prado, una pertenece a la colección del conde de Harewood (Leeds), y otra se conserva en la National Gallery of Scotland (Edimburgo). Es la del Prado la que está considerada como el mejor ejemplar autógrafo del Greco. La Fábula llegó al museo cuando fue adquirida a Stanley Moss el 16 de marzo de 1993, con fondos del legado Villaescusa.

Catálogo razonado
Con esta publicación, el Museo del Prado consolida el desarrollo de un ambicioso proyecto que consiste en acometer una revisión completa de su colección de pintura a través de la publicación de los correspondientes catálogos razonados de las obras de los distintos artistas, épocas y escuelas que la conforman. Este volumen, dedicado al estudio pormenorizado de la obra del Greco (Candía, Creta, 1541-Toledo, 1614) y de su entorno más inmediato, es el tercer catálogo razonado que publica el Museo, tras la publicación de los de pintura flamenca en 1975.

Fruto de varios años de investigación, en los que se han llevado a cabo el estudio técnico y la restauración de todo el conjunto, el catálogo recoge importantes aportaciones. Esta puesta al día de los conocimientos de los grecos del Prado ha esclarecido numerosas consideraciones y aspectos artísticos o monográficos que hasta ahora se tenía sobre la valoración de sus obras.

El principal núcleo del catálogo, integrado por treinta y siete piezas, lo constituyen las obras autógrafas del artista, entre las que se incluyen las esculturas de Epimeteo y Pandora. El resto lo forman trabajos de escuela, de taller o de sus seguidores, entre los que se halla una reducción del Expolio firmada por el hijo del pintor, Jorge Manuel Theotocopuli.

El lector encontrará en sus páginas un detallado análisis de cada una de las obras, incluyendo información sobre su procedencia, bibliografía, estado de conservación, historia de sus restauraciones, así como iconografía, fuentes visuales y fortuna crítica, sin olvidar tampoco el lugar que algunas de ellas ocuparon dentro de programas decorativos de la importancia del retablo de Santo Domingo el Antiguo o el del Colegio de doña María de Aragón, a los que se dedica un estudio aparte.

El trabajo ha corrido a cargo de la especialista en el pintor Leticia Ruiz Gómez, jefa del Departamento de Pintura Española del Renacimiento del Museo Nacional del Prado, autora asimismo del ensayo que precede al catálogo y en el que se traza un esclarecedor recorrido por el papel que el artista ha jugado en las colecciones del Prado a lo largo de sus casi dos siglos de historia, desde su tímida presencia en las primeras décadas del siglo XIX, hasta su definitivo reconocimiento en los albores del XX.

Imágenes: San Bernardino, El Greco. Óleo sobre lienzo,269x144cm.Madrid, Museo Nacional del Prado.-La Trinidad El Greco, Óleo sobre lienzo,300x179cm.1577-1579, Madrid, Museo Nacional del Prado.El caballero de la mano en el pecho, El Greco,Óleo sobre lienzo,81.8×65.8cm,h. 1580,Madrid, Museo Nacional del Prado El Expolio, Jorge Manuel Theotocopuli, Óleo sobre lienzo, 120x65cm. 1595-1600, Madrid, Museo Nacional del Prado La Anunciación, El Greco.Óleo sobre lienzo,315x147cm. 1596-1600,Madrid, Museo Nacional del Prado La Adoración de los Pastores,El Greco. Óleo sobre lienzo,319x180cm.1612-1614,Madrid, Museo Nacional del Prado. -Fábula, El Greco.- De izquierda a derecha: Miguel Zugaza, director del Prado. Leticia Ruiz, Comisaria. Martín Molina, director Obra Social Caja Castilla-La Mancha. Gabriele Finaldi, director adjunto Conservación del Museo del Prado. – Leticia Ruiz, comisaria y autora del catálogo.(fotos:Logopress)

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