La prensa de hoy nos trae dos figuras míticas de la Cultura española con mayúsculas, Francisco Ayala y Alfredo Landa. Son dos personajes distintos, uno académico y escritor y el otro un actorazo al que su encasillamiento en el género de la españolada no le hizo justicia pero sí le dio popularidad. Si Alfredo Landa hubiera sido americano seguro que le habían concedido uno o más Oscars. En Europa consiguió el máximo galardón en Cannes por su magistral interpretación en los Santos Inocentes, una de las mejores películas del cine español. Ahora le han dado la Biznaga de Oro que es el premio más importante del reciente Festival de Málaga. Fue el mejor Sancho con Fernando Rey en el papel de D. Quijote, de Gutiérrez Aragón, e interpretó como nadie al dominguero hipotecado en Las verdes praderas, de Garci, y así en más de cien películas. En la cumbre de su fama, cuando la gente le paraba por las calles para saludarle y estaba considerado el actor español más taquillero y querido por el público, tuve la ocasión de conocerle en una modesta redacción. Lejos de ser un personaje engolado y distante tenía una palabra de afecto para todo el mundo, especialmente para los becarios y aprendices de periodistas, y derrochaba humor y simpatía. Nació hace 74 años en Pamplona y los últimos los ha pasado luchando contra el cáncer. De momento va venciendo a pesar de que decidió no darse quimio ya que según le dijo al médico “aquí hemos venido a vivir en condiciones normales” y el doctor, aunque no estuvo de acuerdo con su decisión, se levantó y empezó a aplaudirle. Ahora ha respondido con la mayor simpleza al gran interrogante al que se enfrenta España en estos días: “¿Qué Navarra se incorpore a Euskadi? En todo caso al revés”. Y lo dice sin mayores problemas de conciencia un hombre que se crió en San Sebastián. Francisco Ayala nos ofrece dos entrevistas, una en el ABC y otra en El País, que eso si es ecuanimidad, en el día en el que cumple sus 101 años. Dice Ayala que el futuro para él es ahora un muro, una pared. “No quiero recordar –añade-. Ya escribí Recuerdos y Olvidos” Dice que la literatura es lo esencial: “Todo lo que no sea literatura no existe. Porque ¿dónde esta la realidad?” Con fina ironía anuncia que celebrará su cumpleaños en la soledad total, “que es la soledad con mi Soledad” (que es el nombre de su esposa). Ayala tiene tan pocas nostalgias que se niega a hacer un drama con los “pobres exiliados”. A lo que contesta: “Nada de lloriqueos. ¿Pobres exiliados? No, no. Yo no he transigido con esa falsificación”. Y pide la inmortalidad para el planeta, que no para él y más hoy en día cuando hay máquinas de destrucción masiva que ponen en riesgo la pervivencia de la Tierra.

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